…y como nadie le dijo que no se podía, lo hizo realidad.
A estas alturas de «Las crónicas del buen estudiante» ya debéis haber descubierto mi estado civil (¡toma concepto casposo!). Por si acaso os habéis dormido, lo explicitaré: me encuentro viviendo en pareja y no tengo hijos a mi cargo (y hasta donde sé, tampoco he dejado hijos a cargo de nadie). Esto es importante compartirlo por el asunto que nos trae hoy entre manos: poner límites, ¿sí o no?. ¡Empecemos!
La importancia de poner límites
Sin disponer de almas puras a mi cargo he oído esto hasta la saciedad: es importante poner límites a los niños. Esa es una de las máximas que parecen pregonar a bombo y platillo los estudiosos del comportamiento humano.
Y yo me atrevo a preguntar: ¿limitar qué exactamente? ¿Importante para quién y para qué? Vamos a explorar, que ya hemos visto que esto es para lo que hemos venido los seres humanos. Así podremos investigar qué va con nosotros y qué no es nuestro.
¿Importante para quién y para qué?
Hay un dicho popular muy famoso que dice: «los niños y los borrachos siempre dicen la verdad«. Vamos a centrarnos en la primera parte y si queréis en otro post hablamos de los borrachuzos 😉
Los niños, sea cual sea su origen y lugar de nacimiento, son los seres más puros de nuestra especie. Si lo observamos como exploradores (es decir sin filtros) vemos que son la máxima expresión de la vida. Unos seres que están conectados directamente con la abundancia. Me atrevo a decir que es la vía por la que la vida nos quiere recordar lo que realmente somos: abundancia, inocencia y potencial puros.
Pero, ahora ya sí cogiendo el origen y lugar de nacimiento, se jodió la marrana. Pasa que ese bebé se pone en manos de unos padres a los que les nace amor y miedo a la par. Un amor incondicional por ese ser humano y un miedo con respecto a sí mismos de «no querer cagarla«, de «no ser suficientemente buenos» para esa criatura.
Así, solo por el hecho de nacer, todos hemos puesto a alguien en este gran dilema. Porque todos somos hijos de alguien. De un padre sin estudios que hace lo que puede para traer dinero a casa. De una madre ejecutiva que se desvive para ofrecer las mejores oportunidades a sus hijos. Una ama de casa que deja de lado su vida y su carrera profesional para entregarse al amor de sus hijos. Y miles y millones de historias. Cada una por cada padre y madre.
Esa es la energía y potencia de la vida en forma de bebé
Lo que sucede entonces es una batalla intensa (consciente o inconsciente) en el interior de cada adulto. Quieres tratar a esa criatura con el amor más puro, pero hace tanto que uno está desconectado del amor que se va con miedo. Y es precisamente desde ese miedo con el que nos acercamos a nuestros hijos. Y de esta manera el amor que debía ser incondicional, se transforma en un amor condicionado. Un amor lleno de límites.
«¿Que has sacado un 7? ¿Dónde están los 3 puntos que faltan para el 10?», «No se juega con la comida», «No me esperaba esto de ti, me has decepcionado», «Como vuelvas a botar la pelota en la calle te vas a enterar», «Si no te comes las verduras no hay postre», «¿Cómo me hablas así? Castigado sin salir de casa», y múltiples historias más… ¿Te suenan?
Lo que está pasando aquí es que tus padres tienen miedo. Nunca antes de ti han tenido que vivir con tanta incertidumbre e inestabilidad. Ya no recuerdan cómo se exploraba, se les ha olvidado. Incluso se sienten responsables de todo lo que sucede alrededor de tu vida (lo bueno y lo malo). Y pa’ mala su propia vida (aunque no te lo reconozcan), así que proyectan en ti todo lo que ellos no han conseguido. Pero en verdad, no tienen ni puñetera idea de lo que están haciendo. Y en vez de aprovechar tu nacimiento como una oportunidad de expandir las barreras que alguien nos puso una vez, hacemos lo sencillo: ponemos límites para engañarnos y tener la sensación que tenemos todo bajo control.
En resumen, y contestando a la pregunta, que los padres limiten a sus hijos es importante para ellos. Para que tengan esa sensación de (una falsa) tranquilidad. Lo mejor para entenderlo es ver el inicio de la película de Nemo.
¿Limitar a un niño?
Cuando la leo, esta pregunta me parece absurda. ¿A ti no? Lo mejor cuando se tienen dudas de este estilo es recurrir a la naturaleza. ¿Crees que la vida en la naturaleza está limitada? Yo diría que no. Entonces, si un niño es pura vida ¿por qué ponerle límites va ser bueno?
El problema de poner límites
Aunque ya hemos visto el origen de estos límites, pocos padres comprarán esta idea de no ponerlos. Incluso alguno me lanzaría tomates (o cosas peores a la cara) ¿Por qué? Porque, es verdad que a corto plazo poner límites nos resuelve «la situación«.
Pero, ¿alguien se ha parado a pensar qué sucede en el largo plazo? Ahí, queridos exploradores, es donde se vislumbra el problema. Y para ejemplificarlo mejor, podemos recurrir al experimento de los 5 monos:
Como has podido ver, el problema de vivir bajo límites es que con el tiempo no sabemos por qué hacemos lo que hacemos, y si eso va con nosotros. No se nos ocurre plantearnos salir de esos límites. Y empezamos a vivir una vida limitada y escasa. Sin probabilidad de acercarnos a la abundancia que es.
Y, ¿ahora qué?
Lo que me gustaría que entendieras con este pasaje de «Las crónicas del buen estudiante» es lo siguiente:
- Los límites resuelven el corto plazo, pero te encarcelan el largo
- Tus padres han tenido que batallar con sus miedos y lo han hecho lo mejor que han podido con los recursos que tienen hasta este momento
- Empieza a plantearte por qué haces o dejas de hacer las cosas
- Hazte responsable de tu vida poco a poco y libera a tus padres de esta carga
- Para ello, recupera esa actitud de explorador del mundo y de la vida, donde todo es nuevo y fascinante
Como especie, con los años se nos ha olvidado que la vida no va de controlar.
Deja una respuesta