La pretensión es el preludio de la tensión
Javi Vidal
Dedicaciones especiales 🙂
Hoy quiero dedicar este capítulo a todos aquellos que de vez en cuando y sin venir nada a cuento cogéis y escribís palabras bonitas a alguien que os haya inspirado, hecho sonreír o algo por el estilo. Yo creo mucho en la cadena de favores y hacer esto es una manera de llevarla a la práctica. En esta ocasión me ha llegado de manera inesperada un mensaje de Juanjo Suárez que me dice:
Hola Javier!
Este mensaje tan solo es un mensaje de agradecimiento 😉
Buscando cosas sobre el tema del Ikigai, descubrí tu podcast, y desde entonces, lo estoy escuchando. Lo suelo escuchar mientras hago ejercicio (salir a correr), y ya voy por el capítulo 10. Personalmente, me gusta, y me aporta, el escuchar tus ideas y conclusiones mentales, relacionadas con el sentido de la vida, crecimiento personal, etc. De momento, me está ayudando a componer un poco mi propio Ikigai, y espero poder llegar a él dentro de poco. Así que GRACIAS por ayudarme con este proceso de aclaramiento mental.
Hablamos!
Y también me han llegado varios mensajes de Sylvia Fusalba de agradecimiento y ánimos para seguir con este proyecto Ikigai. Muchas gracias de todo corazón a los dos (y a todos aquellos que lo pensáis aunque no me hayáis escrito directamente) y os animo a que sigáis compartiendo palabras amables y llenas de amor a todos aquellos que os inspiran, os hacen reír, disfrutar y, en definitiva, os ayudan a tener una vida más plena y placentera. Un abrazo muy fuerte y desde aquí os animo a que si alguna vez os quedan dudas o cuestiones sin resolver (haya hablado o no en el podcast) no os cortéis y mandadme las preguntas que sean.
Y ahora ya sí, soy Javi Vidal, tú guía en este viaje explorador y ya sin más dilación: ¡empezamos!
El juego de la cuerda que lo explica bien
Venga, vamos al lío que hoy nos espera un programa muy potente y de esos delicados que os pueden petar la cabeza. Creo que va a quedar un capítulo algo largo, pero es importante que aclaremos algunos conceptos de base. Así que si haces como Juanjo y me escuchas mientras sales a correr… Bueno, pues hoy te tocará alargar el trayecto! Jajajaja.
Hace unas semanas compartía la frase de “La pretensión es el preludio de la tensión” en el canal de Instagram de Proyecto Ikigai y hoy quiero profundizar un poco sobre la pretensión y el deseo. Para ello, y como sé que algunos de los exploradores que escucháis este podcast aún no me seguís en Instagram, lo que voy a hacer es partir con lo que escribí en el post y poco a poco lo iremos desgranando. Dice así:
Una cuerda con un pañuelo en el medio. Dos equipos, uno a cada lado. Y a la voz de YA empieza todo el lío. Es muy curioso que algo tan simple como un juego infantil nos pueda enseñar tanto de la vida y de los problemas que nos generamos para relacionarnos (disfuncionalmente) con la vida.
Para poneros en contexto, estoy hablando del típico juego infantil de estirar la cuerda donde se coloca ese pañuelo en el medio de la cuerda, se hacen dos equipos y el objetivo oficial del juego es alcanzar el pañuelo o que todo el equipo contrario supere la línea del centro.
En este juego hay quien se enfoca en el objetivo de conseguir ese pañuelo a toda costa. Ese que quiere obtener la gloria cogiendo el pañuelo. Necesita mostrar su valía porque no la reconoce en su interior.
Sin embargo, también hay quien solo se centra en vencer al otro por una rencilla del pasado. Ese que quiere hundir al de enfrente. Necesita ser mejor que el otro, porque se siente inferior.
Pero también hay quien no le interesa nada de lo de antes, pero no quiere ser la razón de que su equipo pierda. Ese que quiere encajar en el grupo. Necesita amor o cariño porque no se siente digno de él y no se lo da a sí mismo.
Y a la voz de YA empieza todo el lío.
En este ejemplo os he puesto tres historias de tres personas distintas, pero si os fijáis las tres tienen su particular pretensión o deseo. Os recuerdo: uno tiene la pretensión de acariciar la gloria, otro el deseo de humillar o vengarse de su compañero y el último quiere encajar en un grupo. Pero si dedicara un poco más de tiempo seguro encontraría más deseos: la perfección, el reconocimiento, sentirme orgulloso, bajar de peso, estar más en forma, y un sinfín de pretensiones.
Y como digo en la frase que inicia este episodio, todos y cada uno de estos deseos son la antesala de nuestro malestar. El PREludio de la TENSIÓN.
¿Qué hay detrás del deseo?
Para seguir avanzando en el capítulo de hoy necesitamos entrar en el concepto del deseo. A machete. ¿Te parece si lo hacemos un poco «interactivo» esto? Venga, va, en plan experimento… Aprovechando que es Septiembre, empieza apuntando una lista con tus deseos del año. Ya sabes, el típico dejar de fumar, perder unos kilitos, aprobar no sé qué, conseguir un trabajo nuevo o lo que sea que desees; no me gustaría condicionarte.
Antes de seguir revisa lo que has escrito. ¿Tienen tus deseos algún punto en común? Venga va, explora bien… ¿Por qué deseas lo que has escrito en la lista? Básicamente la primera capa que uno extrae del deseo es que tras el deseo hay unas ganas de mejorar algo. Puede ser mejorar algo de uno mismo o del entorno. Pero claro, ¿qué significa querer mejorar? ¿Qué necesita uno para querer mejorar? Básicamente se necesita un juicio.
Actitudes frente al deseo
Vale, dejemos esto por un lado y analicemos otra cosa. Puede suceder que ante un deseo yo tenga dos actitudes principales. La primera sería la de perseguir mis deseos hasta conseguirlos. La segunda es la de reprimir los deseos que yo tengo.
¿De qué depende que yo adopte una u otra actitud? Pues básicamente de tu propio código penal. Lo lógico ahora sería preguntarse, ¿y de dónde nace mi código penal? A ver, supongo que ya lo debes intuir pero básicamente tu código penal lo desarrollas a lo largo de tu infancia y en función de muchas cosas; entre ellas: tu educación, tu entorno social, tu familia, el país y cultura donde naces, etc.
Te pongo un par de ejemplos para que acabes de integrar lo que estoy diciendo. Imagínate que he ido a casa de un amigo que ha organizado una barbacoa allí en su casa y de repente empiezo a conocer a una chica con la que me entiendo súper bien y al cabo de unas horas me entra el deseo de querer besarla pero tengo pareja estable. Claro, bajo mi código penal propio yo este deseo lo reprimiría. ¿Por qué? Pues porque yo hace 30 años empecé a aprender que formar una familia era importante, y para ello lo mejor era tener una pareja estable, y que eso significa que tengo que sacrificar algunas experiencias frente a otras. Lo he resumido mucho, pero ya ves por dónde van los tiros en este ejemplo.
Otro ejemplo clásico: el de querer perder peso o el de querer dejar de fumar. Son deseos clásicos frente a los que ahora adoptamos una actitud de persecución para alcanzarlos. Cueste lo que cueste. Sin embargo, antiguamente ser alguien con sobrepeso era el deseo a alcanzar por mucha gente porque significaba que tenías poder adquisitivo.
Entonces, ¿qué es el deseo?
Con todo lo que te he explicado hasta ahora podemos concluir lo siguiente: y es que el deseo no es más que un producto mental que está ligado al juicio. Esta última parte del juicio ha quedado clara desde el principio Javi, pero ¿por qué dices que es un producto mental?
Bueno, es complicado de exponértelo así sin más si lo único que has escuchado hasta ahora de desarrollo personal son los capítulos de este podcast, pero voy a intentarlo resumir mucho esperando no ofender a nadie de los eruditos 😛 El caso es que es un producto mental porque lo que busca es alcanzar un supuesto «yo ideal» que he ido construyendo en función del código penal que he comprado a lo largo de los años. Pero este «yo ideal» no existe. Igual que no existe el «yo que creo ser». Pero esto ya no es materia para este capítulo, sigo para adelante.
¿Cómo funciona el circuito del deseo?
El circuito suele ser el siguiente, lo pondré en un ejemplo cutre salchichero para intentar explicarme. Todo empieza tranquilamente cuando voy paseando por la calle y me entra hambre. De repente veo un local que parece que preparan comida. Entro, pido una mesa y empiezo a pedir algo para comer. Y me traen un manjar al que le acompaña todo un séquito de sensaciones. El olor es brutal, el tacto de la comida en mi paladar es suave, tiene un sabor exquisito, alzo la vista y observo que el local es muy cuqui y está lleno de detalles, y otras muchas sensaciones que me son muy placenteras.
Hasta aquí todo correcto, estoy en un estado de observación y contemplación. Sin embargo, de repente (y casi de manera inmediata) aparece el impulso de posesión. Yo quiero volver a vivir esta experiencia en otro momento. Y así es como empieza la excitación del deseo. Para seguir con el ejemplo: sé que lo que he comido es sushi y que cuesta tanto dinero. Por lo tanto si quiero repetir la experiencia sé que tengo que alcanzar tal poder adquisitivo, para ello sacrifico otros planes o me obsesiono con trabajar y conseguir este salario, etc…
Esto que estoy exagerando normalmente es más sutil y menos cutre, eh? Pero vas pillando la idea de fondo, ¿no? Lo primero es darse cuenta la gran cantidad de energía que destinamos al deseo. Ya sea para reprimirlo o para perseguirlo. Lo siguiente es hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué queremos poseer o repetir esa sensación? Pues básicamente porque siento que no tengo suficiente, porque pienso que me faltan un montón de cosas. Es decir, porque vivimos en carencia.
¿Y qué hago frente a un deseo?
Joer Javi, ya me tocaste la pera con lo de los objetivos y ahora me da la sensación que me estás queriendo eliminar los deseos… No, no. Tranquilos. Simplemente os expongo todo esto para que intentemos comprender entre todos cómo funciona todo este juego de la mente que nos tiene prisioneros.
Lo primero que me gustaría que se entendiera con todo este capítulo, además de la explicación que he hecho hasta ahora sobre el deseo, es lo siguiente. Tener deseos no es bueno ni malo, simplemente es un indicativo que te está marcando en qué áreas de tu vida no estás satisfecho/a. Es una invitación a pararse y a explorar por qué no lo estás.
Una vez más, muchas gracias
Y voy a dejar por hoy este capítulo esperando que te salgan algunas dudas que podamos explorar todos juntos. Sé que hoy he apretado un poco el pedal del acelerador y que puede que te haya generado muchas roturas de cintura. Sé que eso duele, pues normalmente cuando juego a futbol suelo ser defensa y me han roto muchas veces la cintura. La clave está en aprender de estas roturas, analizarlas y ver qué puedes hacer para adelantarte al delantero y evitar esa rotura. Al menos esa es la intención de capítulos como este.
Recuerda por eso que me tienes a tu disposición para cualquier cosa que necesites. Puedes hacerlo a través de cualquiera de las redes de este proyecto (quizás la más activa ahora mismo es Instagram) o sino directamente en /contactar.
Espero que te haya gustado. Y si te está siendo útil todo esto que vamos hablando en el podcast, te estaré eternamente agradecido si lo compartes con conocidos o cualquiera que creas que se puede beneficiar de escuchar todo esto. Y si no lo has hecho aún, acuérdate de suscribirte en Spotify, o en iVoox y lo de las valoraciones con 5 estrellas en iTunes. Así iremos haciendo crecer la cadena de favores y será más fácil que localicen nuestra tribu, ampliaremos esta familia de exploradores y conseguiremos que cada vez más personas encuentren su Ikigai.
Exploradores, ¡Seguimos en la aventura de la vida!
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