Ayer día 14/02/2020 murió mi abuelo. Debéis saber que yo no tenía una relación típica con él como suele suceder en mis entornos. No era un abuelo que me viniera a buscar al colegio. Ni un abuelo que me preparara la merienda. O un abuelo con el que pasara largas tardes o días junto a él. No. Pero era mi abuelo y estoy aprendiendo mucho con él. Notad el gerundio de «aprendiendo«, porque es verdad que sé las lecciones pero aún estoy integrándolas en mi vida. ¿Os apuntáis a este capítulo de las Crónicas?
1. El Ikigai existe y marca tu estilo de vida
Mi abuelo era arquitecto y fue un apasionado de ello. Era tal la pasión que sentía que fue el primero en su familia en ir a la universidad. Antiguamente, según me cuentan, el acceso a allí era algo muy complejo. Tuvo que demostrar sus habilidades como dibujante, talento que probó mediante un dibujo a mano alzada de la escultura de Moisés de Miguel Ángel. Me encantaban sus dibujos.
Él era bueno en lo que hacía, amaba lo que hacía, el mundo lo necesitaba e inauguró un despacho para que el mundo le pagara. Estaba en su Ikigai. Y cuanto más pienso en ello, más veo cómo estar en Ikigai marca tu estilo de vida. Es un estilo de vida expansivo. Un estilo de vida que te conecta tanto con tu esencia que se pone al servicio de los demás.
Mi abuelo fue generoso: con su despacho de arquitecto pudo dar trabajo (y sustento) a varias familias. Ofreció sus conocimientos a los futuros talentos dando clases en la universidad. Y, obviamente, estando en su Ikigai pudo construir hogares para centenares de familias. Una entrega total a la sociedad y vocación de servicio.
2. El poder de la mente te jode la vida
Mi abuelo sufría y sufría mucho. No era ningún dolor físico el que le acompañó los últimos años de vida, al menos no algo extraordinario para su edad. No. Su fuente de sufrimiento era su mente. Ésta se convirtió en su prisión.
Voy a exagerar para que se entienda mejor. Entre un pastel gigante hecho con muchísimo amor y entregado por su bisnieto, y una picada de mosquito; él se fijaría más en esto último. Estaba muy apalancado en el papel de víctima y pobrecito. Su mente hacía tiempo que hubo ganado la batalla en este aspecto.
Otra característica que ejemplifica su postura frente al mundo viene de su invalidez a raíz de la sordera. Él era prácticamente sordo. Ante esta situación, en vez de apalancarse en los otros 4 sentidos que tenía para disfrutar y profundizar en la vida, mi abuelo se quejaba siempre de esa sordera.
La lección que saco de este aspecto es que hay que dedicar tiempo a trabajar e investigar los condicionamientos de la mente. Si uno no lo hace te puede llegar a joder la vida incluso cuando ya no tienes de qué preocuparte. Esta es una lección muy importante y le agradezco que me la haya trasladado cuando aún tengo margen de maniobra.
3. Ves a por lo mejor
Curiosamente, por eso, mi abuelo era un sibarita. Me enseñó que hay que ir a por lo bueno. Y si no sabes qué es lo bueno, entonces vas probando hasta que lo encuentras. En Navidades siempre compraba dos turrones de jijona de distintos lugares y lo mismo con las neulas. Y entre todos experimentábamos cuáles eran lo mejores.
Fue un pionero del A/B Testing que se usa tanto en Marketing ahora. Así que ya sabes, ve a por lo que creas mejor y si no lo sabes no te quedes quiet@ y ¡experimenta!
4. Siempre hay ocasión para segundas oportunidades
Siguiendo con el ejemplo de los turrones, mi abuelo repetía esta historia cada año. Yo flipaba porque pensaba: pero a ver, si ya sabemos que el año pasado éste era el mejor turrón, ¿para qué volverse a gastar dinero en comparar de nuevo? Pensaba que era un tema de la edad. Que se le olvidaba de un año para otro. Y seguramente fuera así, pues no era una persona de darte grandes lecciones de vida sino que respetaba tu propio camino y decisiones.
Sin embargo, esta vivencia a mí me inspira que siempre hay lugar para experimentar de nuevo lo viejo. Que hayas tomado un camino o una decisión, no da pié a que no vuelvas a plantearte giros de timón. Porque la vida es cambiante y el que eres hoy no lo fuiste entonces cuando lo experimentaste la última vez. Así que, recuerda, las respuestas del pasado te sirvieron en ese momento pero no tienen por qué condicionarte los caminos del futuro. Vuelve a replantearte las cosas con la mirada inocente de no saber las respuestas.
5. Cuando hay amor, la acción sale sola y es duradera
Mi abuelo amaba a mi abuela. Tanto que la creatividad para demostrárselo le desbordaba. Seguramente algo que sorprende a los que vienen a la casa del pueblo es ver un cuadro gigante de mi abuela presidiendo el salón. Mi abuelo le regaló esa experiencia sin consultar, la acción brotó sola.
Mi abuela murió muy joven (justo cuando yo cumplí 7 años) y esa acción de amor nos ha acompañado y lo sigue haciendo a todos los miembros de la familia. El amor, si te dejas de tonterías, está en todas partes y desborda por todos los rincones que se ven de la vida.
No pierdas el tiempo planificando. Ocúpate de amar todo lo que eres y entrégate a fondo en todo lo que haces. Si te ocupas de esto, todo lo demás saldrá solo. Brotará de la nada para expandirse en el infinito.
6. Nunca es tarde para avanzar
El miedo a la soledad hizo que mi abuelo tomara una decisión que le encarcelaría desde entonces hasta el día de su muerte. Se volvió a casar con una mujer con la que no se amaban. Nadie en mi familia (incluido él) dio espacio para el amor. Nos quedamos todos en el miedo.
Sin embargo, una de las cosas que más me chocó conociendo lo prisionero que era mi abuelo de su miedo, fue que se divorció a los 80 y pico años. ¡Chapeau! Obviamente la lección aquí fue descomunal para todos: nunca es tarde para ser valiente y liberarse del miedo. Ese paso, creo, fue el primero que llevó mi abuelo a la tumba que ocupa hoy.
7. Ríe y juega feliz
Éste era un eslogan de alguna marca de juguetes, pero me viene al caso para esta lección. Aún estando mentalmente amargado (incluso diría que un poco deprimido) y lleno de miedos, en ocasiones mi abuelo encontraba algún motivo para reír.
Por suerte para mí, tengo un talento que lo hacía reír muchas veces y eso me llenaba. Podías ver como allí, en esa risa, era plena pureza, como si por un instante se olvidara de toda esa carga mental. Veías como un cuerpo menudo, regordete y entrañable se movía de arriba a abajo como si fuera un muelle y al respirar emitía el típico sonido de cerdito. Y al mirarle a los ojos veías la juventud en pleno apogeo.
Busca lo que sea para reír cada día para liberarte de la carga mental y reconectar con esa juventud que eres.
8. El apego es caca
No sé de qué manera el amor de mi abuelo por mi abuela, en vez de conectar con la libertad, llegó a transformarse en un apego por el pasado. Y ahí está la casa de mi pueblo que representa toda la vida pasada de mis abuelos. Es una casa grande pero que con el efecto crecimiento exponencial de las familias, se ha quedado pequeña para convivir todos.
Mi abuelo estaba apegado a esta casa. Para él (y para muchos de nosotros) esta casa tenía un montón de recuerdos felices que preservar y que trasladar de generación en generación. Desde este apego intentó varias veces buscar una solución. Pero cuanto más lo intentaba, más sufría.
9. Déjate ayudar
Con el tiempo perdemos facultades de todo tipo. Un choque grande viene cuando tu cuerpo empieza a fallar por todos lados y empiezas a necesitar ayuda para las cosas básicas. No estamos acostumbrados a esto. Yo mismo me he roto la mano hace poco y pedir y recibir ayuda me ha costado mucho.
La sociedad nos empuja a que pedir ayuda está mal. Que tenemos que ser autónomos. Que tenemos que ser válidos por nosotros solos y que sino somos seres débiles. Todo está orquestado para alejarnos de nuestra esencia como especie. ¿No te ha pasado que tus padres hacen algo por ti y tú les has rechazado esa acción aun cuando en el fondo te facilita la vida?
Os diré un secreto: ya somos débiles. Me refiero a débiles en cuerpo y viene de nuestra condición animal. Lo quieras mostrar al mundo o no, el cuerpo maravilloso que habitamos se puede ir a la mierda en un plis. Déjate de tonterías aparentando que eres autosuficiente cuando alguien te ofrece ayuda, porque tarde o temprano te cagarás encima y no podrás limpiarte. Y si no tienes la humildad de aceptar ayuda, lo vas a pasar mal.
10. Niños y abuelos son lo mismo
Hablaba el otro día de lo que representa la llegada de un bebé a nuestras vidas. Ha sido espectacular conocer a mi abuelo en el papel de bisabuelo. Era tal la conexión que se daba entre los niños y él que solo puedes llegar a una conclusión: hablaban el mismo idioma, el del amor.
Algo había ahí que avivaba la llama interior de mi abuelo. La manera que le cambiaba la expresión de su cara al acercarse a su bisnieta o cuando veía juguetear a su bisnieto era impresionante. Era la cara de alguien que conecta con su inocencia y curiosidad de nuevo.
Siempre que estés sumido en la oscuridad, acércate a un niño pequeño y simplemente obsérvale. Como interactúa con la vida entregándose al máximo desde la pureza del explorador que no sabe qué aventuras le esperan.
10+1. Déjate llenar por el amor y no por el miedo
Y para ti, abuelito al que no he dicho suficiente que te quiero, te deseo la mejor de la paz de espíritu y alma. Espero de todo corazón que puedas organizar esas fiestas de disfraces que te montabas con la abuela y tus amigos.
Un apunte final
Me vuelvo a leer este post 10 días después de escribirlo y se puede palpar el sufrimiento que sentía en ese momento. No voy a cambiarlo. Simplemente me gustaría apuntar que mi abuelo, por delante de todo era una buena y maravillosa persona.
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