Una sociedad en la que la vocación y el trabajo se separan de la mayoría de la gente crea gradualmente una economía que es a menudo carente de espíritu, que llena con frecuencia nuestros bolsillos a costa de vaciar nuestras almas.
Sam Keen
La felicidad del segundo violín de orquestra
Mi hija quiere ser segundo violín de orquestra. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso le hace feliz. Pero el mundo está hecho para los que quieren ser famosos, para los que sueñan con ser los primeros.
En el colegio se premia a los que levantan la mano, los que exhiben sus logros y se sienten cómodos siendo el centro de atención. En la universidad se premia a los que dan su opinión, a los que no se mueren de angustia ante la posibilidad de exponerse en público. Y en lo que respecta al mercado laboral, se premia a los que alzan su voz por encima de los que hablan bajito, aunque aquellos no digan nada nuevo.
Para ese mundo, convertirse en segundo violín de una orquesta no es lo que una niña debería querer ser de mayor. Pero el problema no es de ella, sino de ese mundo. Porque la maravilla de una sinfonía sólo es posible gracias a los que sueñan con ser segundos violines. Ese mundo está mal y no lo sabe. Aún.
Carolina Vázquez. Inverness (Escocia)
Educación en el modelo
La educación que tenemos hoy en marcha parte de una asunción que, para mí, cada vez tiene menos sentido: que los niños son niños. Y las consecuencias de mirarlos desde esta forma es que se deriven un montón de anomalías la principal de las cuales dictamina que a los niños hay que educarles en el sentido de que hay que enseñarles un montón.
Con este punto de partida se establece un vínculo padres-madres-hijos en el que la figura adulta se sitúa por encima de los niños, y poco a poco se irá moldeando el comportamiento del niño. Lo que parece que los padres “hacen por el bien de sus hijos” (cosa que no hay duda porque cada uno lo hace lo mejor que sabe en cada momento) acaba constriñendo la expresión natural de los infantes. Y, éstos, se acaban desconectando de la vida.
¿Consecuencias? Niños con poca confianza, apáticos, vergonzosos, frustrados, rabiosos, tristes, perezosos, se sienten perdidos, etc. Lo que devendrá adultos con las mismas características, con la salvedad que el adulto se irá cuidando de tapar todas estas sensaciones y empezará a desgastar mucha energía en esto. Y desliar esto es un jaleo. Bueno, es a lo que me dedico yo, ¿no? xD
Hay que matizar un poco todo esto. El mundo como tal no está mal. Es la sociedad que funciona así. Esto lo digo porque yo por mucho tiempo tenía por latemotiv “cambiar o mejorar el mundo”. Y esto me colocaba en una posición de lucha. Con el tiempo uno entiende que desde la lucha solo se genera sufrimiento y más lucha.
Basta con comprender el funcionamiento de la sociedad, por qué lo hace así y desde ahí yo me puedo colocar desde un lugar mucho más amoroso. Esto es lo que yo llamo la energía femenina y que ya he hablado en este podcast y que creo es la que nos puede sacar de este embrollo.
El caso es que necesitamos entender que ni el mundo ni la sociedad premian y promueven a los famosos, ni a los extrovertidos, ni a los primeros, ni a los que se sienten cómodos frente a una exposición y todas estas cosas que se dice en la carta de opinión. Lo que la sociedad perpetúa es que te quedes instalada/o en el personaje que te construyes cuando te desconectas de la vida.
Esta instalación es lo que podemos llamar ego. Pero el ego no es vivir solamente henchido, y sentirse superior, ni buscar siempre ser el centro de atención. No. El ego también toma la forma de la persona tímida que no se siente capaz, que busca la aprobación de los demás, que le teme a ser la protagonista de su vida y otras muchas formas. Porque el ego es la identificación que uno hace con su personaje.
Por esto me he animado a hablar hoy de esta carta. Obviamente, desde el desconocimiento de cómo vive esta niña todo este sueño de ser segundo violín de orquestra se va a quedar todo un poco cojo, pero creo que es importante que maticemos todo el mensaje. Para que podamos precisar y así entender dónde está el meollo de la cuestión.
Peligro 1: miedo a brillar
El primer peligro que veo asomarse a lo largo de este mensaje, es un posible miedo a brillar, exponerse y ser el centro de atención. Hoy ha tomado la forma del sueño de ser segundo violín de orquestra, pero este miedo está muy presente en nuestros días. Y en parte va ligado a un miedo a triunfar (más que a fracasar).
De hecho, conozco un montón de gente que tiene mucha claridad en cuáles son sus sueños pero que no se atreve a apostar por ellos precisamente por este miedo. Porque lograr su sueño les coloca en un lugar donde (supuestamente) todo gira a su alrededor y eso les da pánico.
Fíjate cómo funciona. Normalmente son adultos que antiguamente recibieron constantemente el mensaje de que o bien no son válidos/válidas o bien que para ser alguien en su vida deben alcanzar un objetivo muy grande. En ambos casos lo que subyace es que no son capaces: el primero por una supuesta invalidez y el segundo por un inalcanzable.
Con el paso del tiempo este mensaje va creando una serie de comportamientos concretos. Éstos, por repetición, conformarán una personalidad concreta. Y desde ahí se empezarán a relacionar tanto con el mundo como con sus seres queridos (y no tan queridos). Como en esta sociedad (tanto en la escuela como en lo profesional) se glorifica la personalidad, ya estamos jodidos. No habrá quien la suelte.
Y, por lo general, asociaremos una tranquilidad y una comodidad a un “no brillo”. A un segundo plano. De esta manera, si no estamos en segundo plano pensamos (falsamente) que no viviremos esa tranquilidad, seguridad, comodidad… llámale como quieras.
Pero, ¿qué pasa? Que la vida empuja independientemente del personaje que tú te hayas configurado para sobrevivir los primeros años de tu existencia. Y entonces de repente, no sabes porqué pero empiezas a sentir unas ganas de rebelarte. O de expresarte desde otro lugar. Eso es tu autenticidad pidiendo paso.
Peligro 2: querer ser alguien en concreto
No pasa nada por querer ser segundo violín de orquestra. Igual que no pasa nada por querer ser el primero ni el último mono. El problema viene cuando dibujamos una forma concreta de quién quiero ser o qué quiero conseguir y nos identificamos con ella.
Y esto me lleva al segundo problema que intuyo que hay en este escrito. Que, repito, es todo hipótesis porque no conozco a ninguna de las implicadas. Simplemente hago este ejercicio a modo de ejercicio de autoconocimiento. Y este segundo problema que decía es “querer ser alguien en concreto”.
Esta posición te coloca en un plano principal (independientemente de la forma que tome ese “concreto”) y, a su vez, lo hace desde un lugar de escasez. Si tú quieres ser alguien en concreto quiere decir que tú no estás reconociendo ese alguien en ti. Si no lo estás reconociendo es que no lo sientes y, por lo tanto, no lo estás siendo.
Este sí que es uno de los grandes problemas de la educación y de la sociedad hoy día. Que te traslada el mensaje de que no vales por lo que eres sino por lo que logras. Esto es lo que produce ideas erróneas como que hay trabajos mejores que otros. Hay relaciones de pareja mejores que otras. Hay familias mejores que otras. Etcétera, etcétera.
El gran problema de asumir este mensaje es que, como decía, te coloca en una disposición de escasez. Voy en búsqueda de ser segundo violín de orquestra. En vez de centrarme en lo que ya estoy siendo: un ser que se expresa en plenitud a través del violín. Sin más. Sin buscar destacar como primer violín, pero tampoco buscando ser el segundo violín de orquestra. Te aleja de la abundancia.
De hecho, fíjate que toda la carta de esta madre está en clave de escasez. Es decir, se centra todo el rato en lo que falta, en lo que no funciona, en lo que es erróneo, etc.
La maravilla de una sinfonía
Y para ir terminando me gustaría entrar en el último comentario que hace: “Porque la maravilla de una sinfonía sólo es posible gracias a los que sueñan con ser segundos violines. Ese mundo está mal y no lo sabe. Aún.”.
Para mí, en verdad, una sinfonía solo es posible gracias a la ausencia de todas las personalidades. Que no haya nadie es el secreto de que las cosas brillen. Es el secreto de que nos vivamos en vocación y que todo se coloque majestuosamente como lo hace una orquestra. No hay primeros o segundos violines. Y tampoco flautas, ni guitarras, ni trompetas, ni ningún instrumento.
Lo que hay es una melodía y en eso se centra la orquestra. Y es la única manera en que puede funcionar. Porque si me centro en mi forma, ya hay alguien y todo se va al garete. Porque yo no me puedo expresar en autenticidad si estoy en mi personaje.
Y de eso va el programa de encuentra tu vocación.
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