Siempre que busques algo acabarás perdido, la inquietud es mala consejera.
Emocionalmente tocado
Estoy viviendo unas semanas emocionalmente divertidas. Y uso el término divertido porque es lo que se me ocurre al pensar en las montañas rusas. Si sigues este podcast y has podido escuchar el capítulo 57 sabrás que me he lanzado a una nueva aventura: la de la improvisación teatral.
Por el momento he empezado con un caminito muy lean (si no sabes qué quiere decir esto puedo hacer un capítulo sobre el tema, solo déjame un comentario en ivoox o escríbeme. El caso es que he creado un grupo de Meetup con la idea de aprovechar técnicas de impro para ponernos en acción e ir caminando a Ikigai.
El grupo va creciendo muy orgánicamente, nunca he creído mucho en esto de engordar al pato para que se apunte gente que no toca… Total, que en menos de un mes ya somos 95 calcetines. Nos llamo así por lo del calcetín fugado de la lavadora. Pero la parte que está costando más, igual que con este podcast, es animar a la gente a ponerse en acción. En este caso en concreto a apuntarse y a aparecer en los encuentros que estoy realizando.
Y bueno, a estas alturas de conocerme entenderás que use esto para reflexionar un poco. Y no, no trataremos hoy qué nos sucede con el pasar a la acción. No. Hoy me centraré en mi propia experiencia como organizador de eventos y en los inicios de un proyecto emprendedor. Básicamente te voy a hablar de 2 o 3 patrones de conducta míos y que creo que están muy extendidos en la sociedad de hoy día.
Patrón de conducta 1: Expectativas nivel Dios
Lo primero que sucede cuando arrancas un proyecto (personal o profesional) es dejarnos llevar por unas expectativas desorbitadas. Y más si lo que arrancamos es de una índole y calado tan grande como la de ir trabajando nuestro Ikigai o propósito, la carga que le ponemos a esto, ¿no?
Arrancaba este episodio hablando de la montaña rusa que estoy viviendo actualmente con esto de la impro. ¿De dónde nace esta montaña rusa? Venga, te lo cuento. Cuando nosotros tenemos una emoción se debe a la diferencia entre dos ideas mentales. Cuanto mayor es el contraste entre estas dos ideas, mayor suele ser la emoción y más sencillo es sentirse atropellado por éstas.
Cojamos mi caso actual para poner un ejemplo sencillo. De repente descubro mis talentos para dedicarme al mundo de la improvisación teatral. Entonces me monto una película alrededor de lo que podría llegar a lograr con este nuevo contexto. Y de la película, se genera un protagonista tipo súper héroe que es impresionante. Así por un lado ya hemos creado un estado o un personaje ideal. Alguien o algo que desde ya me pongo a perseguir. ¿Por qué me pongo a perseguirlo? Esta es una muy buena pregunta… Me pongo a perseguir este ideal porque yo, actualmente, no siento que esté viviendo las sensaciones que supuestamente vivirá ese héroe ideal. Como no lo reconozco en mi vida actual, aspiro a lograrlo cuando me convierta en ese héroe.
¿Pero qué sucede? El perseguir un ideal es una acción tortuosa y peligrosa pues es como estar viendo espejismos en tu día a día. ¿Y qué pasa con los espejismos? Pues esto me recuerda a una tira cómica de Tintín y las pinzas del cangrejo de oro [explicar].
Entonces, te creerás que empiezo todo esto del Meetup supuestamente ilusionado, lleno de energía y con ningún tipo de ideal metido en la cabeza. Pero de repente veo que se van apuntando más y más personas al grupo y ¡patapam! Aparece la pretensión y con ella las dudas y las tensiones. Y creo los primeros 3 grupos y la única persona que se apunta es mi pareja. Al pasar la semana de los 3 encuentros tengo apuntadas: 2, 5 y 3 personas respectivamente y sin contarme a mí.
Explico un poco que:
- El primer día voy porque son dos conocidas y porque tengo tiempo de prepararme emocionalmente (tengo la duda de la pretensión pero la sorteo)
- Segundo día: bajas de última hora y la pretensión era mayor à dudo mucho
- Tercer día cancelo
Fíjate qué ha pasado: como decía antes, la emoción es fruto del contraste entre dos ideas. En este caso la idea número uno era mi ideal que persigo. La segunda idea era la realidad que me estaba encontrando. Ahí hay un gap, una diferencia abismal y eso hace que aparezca este vaivén emocional.
¿Cómo puedo sortear esto? Llegando a casa el segundo día lo veo claro: me tengo que conectar desde otro lugar. Cuando pienso que todo esto de la improvisación teatral es por y para mí, la cosa se tambalea a la mínima que no sale nada. ¿Por qué? Porque me coloco yo en el medio y, claro, los números no salen porque no me estoy pudiendo sentir cómodo con lo que viene porque no es lo que espero. Simplemente me he desconectado del sentido por el que creé este grupo: ayudar a la gente a pasar a la acción, a hacerse amigos del error y a reconectar con su confianza.
Sin embargo, cuando reconfiguro esto todo cambia. De repente veo que el proyecto no va de mí. Que mi propósito e Ikigai no van de mí. Sino que yo soy un vehículo por el que transita todo lo que tiene que transitar para que las personas se acerquen a esa meta que he propuesto para con el proyecto. Simplemente soy una herramienta que propone y que busca facilitar ese tránsito. Solo desde este lugar uno coge la fuerza para aceptar lo que venga: sea una cancelación del encuentro, una caída de varias personas y vengan 100 o venga 1 persona. Todo adquiere la misma importancia y envergadura. Y es curioso que suceda esto cuando siempre digo al final del podcast: nunca sabes la chispa que va a encender un gran fuego.
El síndrome del impostor
Otro de los clásicos miedos al arrancar un proyecto emprendedor es el síndrome del impostor. De este se ha hablado mucho en muchos podcasts y blogs, así que seré breve. Este es básicamente un miedo que toca de lleno a la idea que tú tienes de ti. En el camino de socializarnos (al que algunos llaman proceso educativo) te van dictando cómo tienes que interactuar con el mundo y las personas. De esta manera vas capando quien eres en realidad para adoptar una forma que muchas veces no tiene nada que ver contigo.
¿No te parece sospechoso que todos tengamos un modelo de éxito muy similar? ¿O que tengamos que trabajar todos 8h al día? ¿O que nuestros fines de semana sean de 2 días o 2 días y medio? Pues lo mismo sucede con el patrón de conducta de cada uno.
El caso es que, explicado corto, durante todo este proceso como me dicen que mi manera natural no sirve y yo me siento desprotegido, busco mi valía en formas externas. Lo típico son los títulos universitarios, o la aprobación de la gente que me rodea (y con más cargo mejor). Entonces cuando uno rompe con el camino estándar y se pone por su cuenta, trasladamos nuestra proyección de valía a los clientes o usuarios de nuestro producto. Es decir, quien pasa a evaluar y confirmar nuestra valía son los clientes.
Por miedo, y por vivirnos muy por debajo de nuestras posibilidades, aparece el síndrome del impostor. Es un pensamiento que hace que uno se considere a sí mismo «no digno» o, en otras palabras, un «impostor», ya que no sabe lo suficiente como para hablar, escribir o crear un negocio. Y entonces pasan cosas “divertidas” como que no cobras tu trabajo, o lo cobras a mitad de precio o lo que sea… Te prostituyes, vamos.
Pero repasemos de dónde nace este síndrome: de creernos que somos lo que nos pensamos que somos. Es decir, de vivirnos pequeños. Y como decía en Instagram: “Que juegues a ser pequeño/a no le sirve al mundo”.
El síndrome de Peter Parker
Este no lo tenía tan identificado hasta que leí el gran libro de Joan Boluda: “En 100 años todos muertos”. Voy a leer una pequeña parte y una reflexión que hace el mismísimo Joan.
Spiderman es un superhéroe. Todo el mundo lo quiere y lo adora. Es portada de revista cada semana, es fuerte, rápido y siempre gana a los malos. Todo el mundo quiere ser Spiderman.
Peter Parker es un desgraciado. Está arruinado, tiene un trabajo mal pagado, un jefe que no le valora, su amor platónico no le hace ni caso, es huérfano, su tío (que era como un padre para él) murió por su culpa dejando a su tía sola y vive en un apartamento asqueroso del que apenas puede pagar el alquiler.
Spiderman es Peter Parker.
Tenemos un problema, ¿verdad?
Los emprendedores son superhéroes. Luchan con uñas y dientes contra todas las adversidades para lograr los objetivos que se han fijado, y trabajan todas las horas del mundo (y más) para levantar su empresa. Pero los emprendedores también son personas. Tienen nombre y apellidos. Padres. Familia. Esposa o marido. Hijos. Y cada hora… CADA HORA que están dedicando a su empresa es una hora menos que dedican a su familia.
¿Ves cuál es el síndrome de Peter Parker? Sí: que te obsesiones con tu Ikigai o propósito. En este capítulo Joan Boluda hacía una reflexión que me tocó directamente al corazón. Decía: “Si en algún momento (aunque sea sólo por un instante) crees que tu familia es un lastre (con todo el respeto), que no te permite avanzar profesionalmente o que te está frenando… ¡Date cuenta de que es al revés! Tu trabajo es lo que te está frenando de ser mejor novio, marido o padre. No nos equivoquemos.”.
Y ahí estaba yo, diciéndole a Raquel que me dejara tranquilo que estaba preparando una cosa súper importante de la muerte mortadela. Y aquí os remito al capítulo de Soul de Pixar: la chispa va antes del propósito.
Resumen
El arrancar un proyecto propio, y más si está alineado con tu propósito o Ikigai, es un ejercicio brutal de autoconocimiento. Pero, claro, como todo ejercicio de autoconocimiento uno debe de estar puesto en modo explorador y curioso de sí mismo. Porque si no, no es un ejercicio de autoconocimiento sino un pequeño camino suicida.
¿Por qué digo todo esto? Porque si te fijas todo lo que te está invitando el proyecto emprendedor es que revises tus modelos: el de éxito, el modelo de quién eres y el modelo de tu ideal. Y que aflojes. Porque si no aflojas mueres.
¿Y cómo podemos aflojar? Pues primero teniendo claro que eres Peter Parker y poniendo en orden las prioridades del vivir. Y, luego, conectando con el sentido de tu trabajo: tu Ikigai no va de ti, simplemente eres un vehículo, una herramienta. Así que no te des importancia.
¿Quieres aprender a rebajar tus expectativas?
Estoy preparando una serie de recursos para aprender a rebajar las expectativas que nos creamos. Si te resuena y tienes interés, contáctame por aquí.
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