No eres tú quien decide, es la vida que se impone
Antonio Jorge Larruy
Introducción
Muy buenos días exploradores y bienvenidos un nuevo capítulo de Proyecto Ikigai. El podcast con el que pretendo inspirarte para que encuentres aquello por lo que vale la pena vivir. ¿Cómo lo haremos? Pues acercándote reflexiones. Proponiéndote ejercicios. Y entrevistando a personas para que poco a poco puedas avanzar en el camino hacia tu Ikigai. En definitiva, hablando sobre este concepto japonés que tanto promete.
El capítulo de hoy
Antes de empezar me gustaría dedicar este capítulo a Kike y Rocío, amigos de aventuras, a Joan Clotet, Carles Giralt y Jordi Muñoz. Vuestras palabras de aliento me llenan de energía y pillastrería para seguir creando los capítulos de este podcast en particular y todo lo que supone Proyecto Ikigai en general. Bienvenidos y bienvenidas a la tribu de los exploradores! Y ya sin más dilación: ¡Empezamos!
Si recordáis, en el último capítulo tuve el privilegio de poder conversar con Marco Guzmán. Sé que fue un episodio muy largo, pero espero lo disfrutaseis tanto como nosotros. Entre las muchas cosas que surgieron durante la entrevista, apareció la figura de Antonio Jorge Larruy que fue el origen de que la vida de Marco y la mía se cruzaran.
Antonio Jorge es una de esas personas que te expande la mirada gracias en parte a su sabiduría, pero sobre todo gracias a cómo inspira con su manera de relacionarse con el mundo y la vida. Bueno, y en particular, me cautiva su habilidad para comunicar siempre eligiendo las palabras más adecuadas e impactantes. Una prueba de ello es la frase que encabeza el capítulo de hoy. Sencillamente espectacular. Lo que os propongo hacer hoy es profundizar en su comprensión haciendo un amalgama entre lo que promueve Antonio Jorge y las enseñanzas de Jiddu Khrishnamurti en su libro «Reflexiones sobre el yo».
Así que sin más dilación, ¡empezamos!
Mi primer contacto con esta frase
La frase que encabeza el capítulo de hoy llegó a mi vida hace menos de un año y en cuanto la pillé al vuelo y la comprendí, me ha revolucionado mi mirada al mundo. Cuando escuché esta frase saliendo de la boca de mi querido Antonio Jorge reconozco que me explotó la cabeza. ¿Qué quiere decir que yo no decido? ¿Acaso significa que no tiene sentido soñar y marcarme un camino para lograr mi sueño? ¿Pretende decirme que no vale la pena ponerse unos objetivos y luchar por ellos para conseguir la vida que quería vivir? Yo que siempre me había movido por objetivos toda mi vida ahora me venían con estas…
Me cogió mucho agobio, pero a la vez me vino una paz tremenda. Esta dualidad me extrañó mucho y en vez de quedarme en la actitud del geólogo, esta vez me nació conectar con mi vena más exploradora. Así, quise profundizar de alguna manera en toda esta movida.
¿Dónde pongo mi valor?
Como sociedad, estamos muy acostumbrados a relacionarnos con la vida (y de alguna manera también con las relaciones) desde una ambición y de ella normalmente nacen unos objetivos. De hecho, el sistema educativo (y recordad que como sistema educativo yo me refiero no solo a la escuela y profesores, sino a todo el conjunto de sociedad, familia, entorno profesional y educativo). Lo que decía, que de hecho el sistema educativo ya te instruye para que te relaciones con la vida desde ese mecanismo de la ambición. Todo empieza con la condición “Tienes que ser alguien en esta vida”. Bajo esta perspectiva el sistema te propone un modelo que es el siguiente: en primer lugar te pone unos deberes. Tú, estos deberes, los puedes hacer o no. Si eres de los que los hace, te consideran que eres alguien aplicado, mientras que si no los entregas de alguna manera da la sensación que no eres ese alguien. Es decir, que vales menos.
Claro, a nadie le gusta valer menos. Porque si valgo menos, quiere decir que en el día de mañana no seré nadie de provecho. Que desperdiciaré mi vida. Así, al menos durante un tiempo, te empiezas a aplicar con los deberes. Estos son los primeros objetivos de nuestras vidas.
Ahora coge este ejemplo que es algo minúsculo de todo lo que sucede en el sistema educativo, y prolonga este mensaje a lo largo de los (aproximadamente) 15 años de media que pasamos en este sistema. Y ¿qué sucede? Bajo este escenario emergen básicamente 2 aprendizajes. El primero es que de alguna manera parece ser que si cumplo con los objetivos valgo y si no cumplo con ellos no valgo. Y no solo eso, sino que en nuestro ADN absorbemos otro mensaje igual de peligroso: y es que da la sensación que uno solo avanza (como persona, o como sociedad) si cumplimos con los objetivos.
Claro, toda esta propuesta está muy bien y durante unos cuantos años funciona a la perfección: oye, yo ambiciono algo (por ejemplo un buen sueldo, o un trabajo concreto, o lo que se te ocurra), para alcanzarlo me marco unos objetivos, me esfuerzo por cumplirlos y obtengo los resultados más o menos esperados. Es decir, yo quiero recoger un fruto en concreto por lo que siembro esa semilla. O sea, visto desde fuera parece como que yo he decidido cada uno de estos pasos y todo va genial.
Es la vida que se impone
Pero de repente hay un momento que las sensaciones cambian. Y puede suceder de 3 maneras distintas. La primera es que yo siga cosechando los resultados pero éstos ya no me satisfacen. Por lo tanto, empiezo a sentir un malestar. La segunda manera es que de repente has sembrado pero no estás recogiendo nada, no hay fruto por ningún lado. Otra vez, malestar. Y, la última, es que has sembrado pero te encuentras con unos frutos que no eran los que esperabas. Malestar, malestar y más malestar. Aquí es la vida la que se está imponiendo.
Esta nueva situación, sin saberlo, se ha cargado toda tu manera de relacionarte con el mundo. Y de repente te quedas en pelotas. Estás cumpliendo objetivos pero no tengo sensación de avance y tampoco la sensación de felicidad y plenitud que se supone estarían al cumplir con ellos. Y entonces, generalmente, puedes reaccionar de dos maneras: o te vas a ambicionar más y por lo tanto duplicas tu lista de tareas; o te desmotivas y empiezas a estancarte. Es decir, te pasas de frenada por arriba o por abajo. Y, ya te hago un pequeño spoiler: ambas reacciones prolongadas en el tiempo te llevarán a la insatisfacción y el descontento.
No lo veo claro…
¿Entonces, Javi? Me estás llevando a un callejón sin salida. Si me pongo objetivos caigo en desgracia. Y si no me pongo, también. Menuda mierda de capítulo. Bueno, déjame exponerte una propuesta que pocas personas conocen aún. Simplemente te la expongo para que experimentes a ver si te sirve. Pero necesito que conectes con la actitud de explorador o exploradora que hablábamos el otro día.
Fíjate que el meollo de la cuestión está en que durante muuuchos años diferentes personas te han ido diciendo que tienes que ser alguien de provecho. Y parece que ser alguien de provecho tiene un patrón muy marcado. Vamos, que tienes marcado a fuego que vales por lo que haces o que vales por lo que consigues. Lo que te propongo es que pongas esto en duda. Que consideres por un segundo que tú ya vales por lo que eres. Y no solo eso, sino que ya eres alguien importante simplemente por ser tú. Tal como eres. Sin corsés, ni comparaciones, ni modelos absurdos.
Cuando uno interioriza esto, se da cuenta de la razón real por la cual se plantea objetivos: el miedo. De una forma u otra, lo que intento conseguir poniéndome objetivos es generarme una sensación de seguridad y de control en la vida. Pero claro, si algo nos ha demostrado siempre la vida es que la vida no va de controlarla o de gestionarla o de predecirla. La vida va de vivirla. Entonces, si me identifico con mis objetivos, lo que estoy haciendo es engancharme a unas sensaciones falsas que cuando fallan me van a hacer sufrir de lo lindo.
¿No me tengo que poner objetivos?
Entonces Javi, ¿estás diciendo que no tengo que ponerme objetivos? No, no estoy diciendo esto. Estoy diciendo que puedes marcarte objetivos siempre que:
- No te identifiques con ellos, porque estarías proyectando en el futuro algo que ya puedes vivir hoy
- Te desenganches de la idea que la única manera de evolucionar en la vida es a través de marcarse y lograr unos objetivos
No te identifiques con tus objetivos
Vamos a profundizar en el punto 1: te pongo un ejemplo personal. A finales del año pasado, como buen planificador que soy, me propuse unos objetivos muy suculentos para Proyecto Ikigai. Todo empezó muy bien, una escuela me contrató para hacer la primera experiencia del programa Ikigai LifeCourse para una clase de 30 de sus alumnos. Todo pintaba súper bien hasta que un día me rompí la mano jugando a vóley. Eso hizo demorar el inicio un par de meses porque no podía coger el coche. Más adelante falleció mi abuelo y, aunque no cambió nada de lo planificado, sí supuso cierta inestabilidad en mi vida. Y, finalmente, cuando crees que ya está todo aparece un virus que te obliga a cerrar las escuelas.
Si yo estuviera en la piel del Javi del pasado, toda esta racha de cambios e inestabilidad alrededor de Proyecto Ikigai me habría hundido en la miseria. Me estaría preguntando qué sucede con mi proyecto e, incluso, seguramente me estaría fustigando por no estar siendo capaz de arrancar un proyecto profesional con todos los estudios y experiencia que tengo. Por suerte, poco a poco voy trabajando esta distancia con respecto a mis objetivos.
La vida evoluciona independientemente de tus objetivos
En cuanto al punto 2, el de pensar que la única manera de evolucionar como ser humano es a través de la consecución de unos objetivos, es totalmente falsa. Quizás no lo recuerdas, pero cuando eras un mocoso o una mocosa de un año y pico empezaste a caminar. Tú no tenías la ambición de caminar. Y desde luego no te habías marcado el objetivo de caminar. Y sin embargo lo hiciste por voluntad propia. Porque somos naturaleza y en nosotros está innato evolucionar. Lo mismo sucedió cuando empezaste a hablar. O cuando hiciste tus primeros amigos.
En resumen
Con todo esto, y ya voy cerrando por hoy que quizás me estoy pasando de profundizar, lo que quiero decir es que si se lo permites la vida te trae lo que necesitas en cada instante para evolucionar. Es decir, lo queramos ver o no, existe una inteligencia superior a nosotros que orquestra todo. Llámale vida, universo, dios o pepito de los palotes. Pero hay algo que está más allá de nuestra comprensión y que sabe muy bien cómo funciona esto de la vida.
Tanto, que nos va trayendo lo que necesitamos en cada instante para brillar al máximo de nuestros potenciales. Pero nosotros nos obsesionamos con ideas que nos limitan y no nos permiten expandirnos. Algunas veces es la vergüenza, otra el reconocimiento, la ambición, la timidez…
Entonces, en una mala interpretación de todo esto del vivir, nos marcamos objetivos para tener una falsa sensación de seguridad. Sin darnos cuenta que lo único que hay que hacer es entrenarse para vivir el momento a tope. Ahí vivirás sin llamar al miedo ni al descontento.
Ponte objetivos, está bien, pero no te identifiques con ellos. Permite que la vida te hable y no fuerces el camino. Porque la evolución en la naturaleza no viene de la ambición de querer ser alguien importante, viene de la propia semilla. Porque vales por lo que eres y no por lo que consigues.
Muchas gracias
Bueno, si has llegado hasta aquí quiero darte las gracias por acompañarme en este nuevo episodio de Proyecto Ikigai el podcast. Hoy quería profundizar en esto de los objetivos y la toma de decisiones porque sé que es fuente de mucha insatisfacción. O al menos yo lo he vivido así. Se que no es sencillo este episodio así que cualquier duda que tengas escríbeme a proyectoikigai.com/contactar o por el canal que quieras. Estaré más que encantado en responder tus dudas.
Espero que te haya gustado. Y si es así, te estaré eternamente agradecido si te suscribes a Spotify, o en iVoox, lo compartes por tus redes sociales, e incluso si lo valoras con 5 estrellas en iTunes. Así será más fácil que localicen nuestra tribu, ampliaremos esta familia de exploradores y conseguiremos que cada vez más personas encuentren su Ikigai. Yo a cambio publicaré de forma regular y periódica, e incluso os daré las gracias personalmente en los próximos episodios.
Exploradores, ¡Seguimos en la aventura de la vida!
¿Te ha gustado este capítulo?
Para mí es muy interesante saber cómo te están ayudando todas estas reflexiones, entrevistas y propuestas de ejercicicos. Puedes darme tu opinión aquí o dejar tu valoración:
Tam dice
Muy identificada en este momento con tu podcasts
javi dice
Gracias Tam!
Sigue creyendo en ti y en tu potencial!
un abrazo!
Lisbih dice
Me gustó mucho me ayudó a entender mejor que
las personas valen por lo q son y no por lo que consiguen ..
🙂
javi dice
¡Muchas gracias Lisbih!
completamente de acuerdo: valemos por lo que somos. El reto está en despojarnos de todas las ideas que nos han «metido» en la cabeza que tapan nuestra manera natural de ser y vivir. Un saludo muy fuerte!
Javi