Sentirte desorientado no es tu culpa, pero orientarte es tu responsabilidad
Introducción
Muy buenos días exploradores y bienvenidos a un nuevo capítulo de Proyecto Ikigai. El podcast con el que pretendo inspirarte para que encuentres aquello por lo que vale la pena vivir. ¿Cómo lo haremos? Pues acercándote reflexiones. Proponiéndote ejercicios. Y entrevistando a personas para que poco a poco puedas avanzar en el camino hacia tu Ikigai. En definitiva, hablando sobre este concepto japonés que tanto promete.
Antes de empezar, me gustaría dedicar este capítulo a quien ha hecho posible que yo me olvide de mis vergüenzas y haga de este podcast una realidad: Maria José, Yull, Gabriel y Liliana. Y también a los primeros seguidores que parece que les ha encantado: Raquel, mi madre, Diana, Lurdes, Joan, Mª Rosa y Ángela. ¡Bienvenidos y bienvenidas a la tribu de los exploradores!
El capítulo de hoy es muy interesante para entender bien cómo puede ser que uno llegue a desorientarse tanto en su vida. Imprescindible, sobre todo, para los jóvenes de hoy día que tienen que elegir qué camino profesional tomar y que si no se apoyan en su Ikigai pueden llegar a convertirse en esas personas adultas insatisfechas con su vida. En definitiva, hoy hablaremos del origen del sistema educativo actual.
Sin más dilación… ¡Empezamos!
Bien, si eres padre, madre o una persona adulta en general, verás que te sonará casi todo lo que explique hoy. Porque no es nuevo. Y como diría nuestro querido Julio Iglesias: “Lo sabes”. Todo lo de hoy está basado en el trabajo de Ken Robinson, conferenciante y especialista en innovación y creatividad. Tiene diferentes charlas TED gratuitas con varios millones de visitas que os pondré en las notas del programa por si queréis profundizar. Bueno, esto si averiguo cómo se hace 😛 (De momento lo dejo por aquí ^_^)
Pero si eres un joven desorientado, no sabes qué hacer con tu vida y no ves que te motive nada del mundo que te espera fuera de la escuela… Pues bien, seguramente te sientes muy frustrad@, agobiad@, quizás un poco ansios@ y hasta enfadad@. Lo estarás externalizando más o menos en función de tu carácter. Y todas estas sensaciones que te corren por dentro es, sobre todo, porque nadie se ha parado a explicarte nada de lo que te voy a explicar hoy aquí. Y es que, como decía al arrancar el capítulo: “sentirte así no es culpa tuya”. De hecho, no es culpa de nadie, así que no malgastes tu energía buscando culpables.
El modelo educativo actual
En fin, para explicar bien el origen del sistema educativo que rige mayoritariamente el mundo actual nos tenemos que remontar a la europa de mediados del siglo 18. Estamos al inicio de una época que marcaría muchísimo el rumbo que tomaría nuestra manera de concebir y relacionarnos con el mundo. Es el inicio del movimiento conocido como la “Ilustración”.
La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual que inspiró profundos cambios culturales y sociales. Este nombre se otorgó porque su principal objetivo era acabar con la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón. Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor. Vamos, todo aquello más intangible y que llamaban “brujería”.
Para ello se creó el conocido “método científico” por el cual el pensamiento general de la sociedad empezó a mantener una postura escéptica frente todo aquello que no pudiera probarse, verificarse y corroborarse mediante el razonamiento lógico. Así, con el paso del tiempo y resumiendo mucho, empezó a haber avances espectaculares en el campo de la medicina y la tecnología lo que provocó la revolución industrial.
Y claro, ¿qué pasa? Que para entonces, (ya estamos algo antes de mediados del siglo 19) no había ningún sistema educativo público oficial. Pero ya se había convertido en una necesidad imperiosa pues había que llenar los turnos de las fábricas y eso demandaba formas rápidas de instruir, valorar y capacitar a la población que provenía mayoritariamente del campo. Y así se ideó un sistema educativo que garantizase cubrir toda esta demanda. ¿Cómo? Pues ideando una churrería de chavales aptos para trabajar en la fábrica. Es decir, una fábrica de trabajadores.
Si te fijas se organizan como líneas de fábrica: los chavales se organizan por edades como si eso fuera un criterio más válido que otro (aún algunas veces nos preguntamos de qué promoción eras, qué somos ¿fechas de producción?), las clases se diseñan como asignaturas especializadas e independientes (pocos profes verás que se atreven a unir la historia con las matemáticas), la gran mayoría de colegios, además, avisa del fin de las clases con un timbre que recuerda al cambio de turno de la fábrica… ¿Realmente lo que nos importa es educar o condicionar?
Un sistema caduco
Como decía antes, no hay que demonizar a nadie por este diseño de sistema. Fíjate, ha sido muy útil durante muchos años. No nos engañemos, nos ha permitido llegar muy lejos. Prueba de ello son cada una de las comodidades que tenemos a nuestro alcance a día de hoy. De hecho, de alguna manera hemos entrado en una rueda de avaricia muy interesante. Estamos obsesionados por el crecimiento constante, por tener más y más. Nadie nunca tiene suficiente. Las empresas quieren cada año incrementar sus beneficios. Los empleados quieren cobrar más. Queremos una casa en propiedad. Nuevos coches. Cambiarnos el móvil en menos de 2 años. Hacer un viaje paradisíaco por el mundo. Y un largo etc. de sin sentido. Y lo peor es que entramos en esta rueda sin darnos cuenta que el precio que estamos pagando es nuestra plenitud, satisfacción o bienestar. Llámalo como quieras.
Lo que sucede ahora (bueno, desde hace ya un buen tiempo) es que toda esta obsesión por el crecer, crecer y crecer, y por el tener más y más y cada vez más, han hecho aparecer dos aspectos que han cambiado todas las reglas de juego del mundo profesional: la globalización y la aceleración. Tú estabas tan tranquilo con un puesto de trabajo más o menos asegurado y, de repente, este puesto está abierto a que se cubra por cualquier persona del mundo. Nos han puesto a competir entre todos para encontrar el mejor talento a un precio barato y así obtener mayor beneficio. Y obviamente, todas las fábricas se han desplazado a países donde la mano de obra es más económica.
Por otro lado, la aceleración frenética que vivimos y promovemos como sociedad, provoca que vivamos en una enorme incertidumbre. Nadie sabe cómo va a ser el mundo en 5 años. Fíjate, por ejemplo, cómo el coronavirus ha revolucionado a millones de vidas y empresas y ¡solo lleva aquí 3 meses!
En definitiva, a donde quiero llegar es que el mundo profesional en los países desarrollados se ha dado cuenta que ya no necesita personas marcadas con el mismo patrón típico de la fábrica. El mundo profesional está demandando creatividad, capacidad de adaptación al cambio, iniciativa, confianza en uno mismo y apoyarte en tus talentos. Lamentablemente su obsesión por el crecimiento económico aún no ha frenado y hace tiempo que a todo este capítulo lo llaman la guerra del talento. De hecho, en una visita que hice hace unos años a Google en Sillicon Valley nos explicaron que allí era muy típico ya “robar” a empleados de Apple a Google y viceversa. Pero esto daría para otro episodio de podcast. Si te interesa escríbeme por aquí.
Pero bueno, recuperando el hilo. Decía que el mundo profesional está demandando creatividad, capacidad de adaptación al cambio, iniciativa, confianza en uno mismo y que conozcas muy bien cuáles son tus talentos y tu valor. Éstos son cinco aspectos con los que nacemos y que son innatas en los niños pero que la educación industrial actual no solo no potencia, sino que los destruye. Y cuánto más tiempo pasas en el sistema, más lo hace. Es decir, por lo general, alguien que ha pasado 3 o 5 años en la universidad está más alejado de estos términos que alguien que no ha dedicado esos años a “instruirse”.
¿Y qué hago?
Si has llegado hasta aquí puede que estés tirándote de los pelos, o echando la culpa a alguien o preguntándote qué puedes hacer. Mi invitación es que pares. Como decía al inicio, no es culpa tuya. Ni de tus profesores. Tampoco de tus padres. Así que deja de dedicar tiempo y energía a buscar culpables porque no vas a solucionar nada.
Todo esto que te he explicado es lo que hago con los adolescentes y también con chavales salidos de la universidad con una carrera que han descubierto que no les mola. Para mí es muy importante que entiendan todo este follón. Sobre todo porque a Proyecto Ikigai llegan chicos y chicas con niveles muy altos de culpa, de falta de confianza, bastante ansiedad y muy preocupados porque no entienden nada de lo que les pasa.
Y, ojo, que esto sucede tanto con aquellos que no encajan en el sistema como a los que nos hemos adaptado súper bien aunque el momento de hacerse consciente es distinto. A los primeros normalmente les sucede cuando aún están en el colegio (suelen expresarlo con rebeldía por los estudios, e incluso algunos empiezan a darse a la bebida o a experimentar con otras drogas). Sin embargo los segundos suelen llevar el sufrimiento por dentro y explotan más adelante (con suerte durante la carrera o al acabarla, con un poco menos de suerte tras una experiencia laboral desagradable). En definitiva, tarde o temprano, si no has hecho los deberes de conocerte a ti mismo te viene esa sensación de vacío y de falta de sentido en lo que haces.
En mi caso, ya lo sabéis por el episodio anterior, encajé muy bien en el sistema. Pero cuando acabé Telecos a mis 26 años me cogió esta sensación de vacío. No había nada del mundo profesional que me llamara la atención. Estaba súper desconectado de mí. Y lo peor era que me sentía fatal conmigo mismo porque había hecho todo lo que se supone que tenía que hacer. Y había tenido las facilidades que muchos hubieran soñado. Recuerdo estar hablando con mi madre sobre este tema, justo ella estaba pasando su propia crisis también (aunque por eso de querer aparentar ser superwoman no me lo hizo saber) y recuerdo que me dijo: “¡Es fantástico que te suceda esto ahora!”. Yo me quedé trastocado. Lo único que era capaz de pensar fue: “Qué coño dices, si yo lo único que quiero es ser un tío normal”.
Esta es la reacción que más se repite y ahora que lo entiendo todo, me parte el corazón. En vez de amar quienes somos y de ser valientes para confiar en nosotros, solo buscamos ser uno más. Y aquí es donde empalmo con la segunda parte de la frase: “es tu responsabilidad”. Es tu responsabilidad conocerte, despejar el camino de tanto condicionamiento y encontrarte. Así lograrás orientar tu vida.
Muchas gracias
Bueno, si has llegado hasta aquí quiero darte las gracias por acompañarme en este segundo episodio de Proyecto Ikigai el podcast. Quizás más teórico, pero creo que es necesario rebajar tanta tensión y eso se consigue entendiendo cómo hemos llegado hasta este punto.
Espero que te haya gustado. Y si es así, te estaré eternamente agradecido si te subscribes en Spotify, lo compartes por tus redes sociales, e incluso si lo valoras con 5 estrellas en iTunes. Así será más fácil que localicen nuestra tribu, ampliaremos esta familia de exploradores y conseguiremos que cada vez más personas encuentren su Ikigai. Yo a cambio publicaré de forma regular y periódica, e incluso os daré las gracias personalmente en los próximos episodios.
¡Seguimos en la aventura de la vida!
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