Primera ley: la ley de la potencialidad pura
Para explicarlo sencillo (y lo que yo he entendido) esta ley lo que nos dice es algo similar a “somos algo más grande que la mierdecilla que nos pensamos que somos”. Fíjate que el nombre de la ley ya pone de manifiesto eso utilizando dos palabras tan potentes como: potencialidad y pura.
Claro, la pureza yo creo que todos entendemos bien qué es. Aunque cueste de definir, todos somos capaces de reconocer algo puro. El problema, para mí, radica en el término “potencialidad”. Y no porque sea algo complejo de explicar (como sí lo es pureza). No. El problema es que en nuestro propio camino de desarrollo nos hemos olvidado de que lo SOMOS.
No somos capaces de incorporar la potencialidad en nuestro día a día.
Ser y vivirse como “potencialmente puro” significa que vivimos en el campo de en el que todas las posibilidades pueden suceder y en el que la creatividad es infinita. Pero lejos de eso, como avanzaba, nos creemos que somos unos mierdecillas con patas que no pueden hacer según qué cosas.
Esta ley plantea como dos sistemas de referencia:
- El Yo: donde el punto de referencia es interno y se centra en mi propio espíritu
- Los objetos de nuestra experiencia: el punto de referencia es externo e implícitamente la referencia interna es el ego (el “yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré”).
El problema de estar referenciado en este segundo sistema, el de los objetos, es que solo se mantiene mientras existe el objeto (porque lo tengo o porque estoy en su búsqueda). A la mínima que se tambalea (porque desaparece o porque no lo alcanzo) me quedo en bolas y todo “mi mundo” se va a la mierda.
Por eso es importante ir viendo qué “objetos” me hacen sufrir, porque me indican dónde estoy poniendo la referencia fuera y no dentro. ¿Es mi pareja? ¿Es mi trabajo? ¿Es mi título universitario? ¿Es el dinero? ¿Es mi cuerpo? ¿Qué sucede si algo de esto se me “cae”?
Si intuyo que sufriré con su caída, ya sabemos: toca trabajar.
¿Trabajar en qué? En reconquistar nuestra potencialidad pura y adueñarnos de ella. Reconocerla. Incorporarla.
¿Cómo?
En el libro se nos indica que a través de la práctica diaria del silencio, la meditación y la abstinencia de juicios de valor. Y que la naturaleza también nos puede ayudar mucho a esto.
Al final estamos hablando de vivir en plena libertad, dicha y creatividad.
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