¡Mira detrás de ti! ¡Un mono de tres cabezas!
Guybrush Threepwood un gran pirata
Monkey Island y el pollo de goma con polea en medio
Monkey Island es, para mí, la mejor (o al menos de entre las mejores) aventuras gráficas que ha existido en la historia de los videojuegos. Una aventura gráfica, para quien no esté dicho en el mundillo, es un tipo de juego ficticio en el que tenías que ir usando el ingenio para ir resolviendo pequeños retos o puzles que iban apareciendo en mitad de la historia. Para que te hagas una idea más concreta, se te ambientaba en una historia (en el caso de Monkey Island, una historia de piratas) y en los diferentes escenarios (casas, bares, mansiones, celdas y demás) tú podías ir recogiendo objetos que podías combinar para resolver los acertijos y avanzar.
Si el juego estaba bien diseñado, para saber qué hacer bastaba con conversar con los personajes que aparecen en la historia o, simplemente, a prueba y error. Es brutal porque ahora, revisando esta etapa de mi vida veo cómo ya me estaba desconectando de mi curiosidad y conectando con la consecución de resultados “cueste lo que cueste”. Vamos, que en mi caso me sentía superado por muchos de estos puzles y acababa mirando alguna guía para que me ayudaran en vez de experimentar. Así que si eres padre o madre y tus chavales juegan a videojuegos, acompáñales a que no se frustren y que sigan manteniendo esta curiosidad, aunque hayan cambiado completamente la manera de educar.
En fin, que me voy un poco. El caso es que allí en Monkey Island hay un momento que para animar a un personaje para que se una a la tripulación, nos encontramos con que necesitamos ir a una casa que se encuentra en una especie de islote. Aparentemente no hay manera de llegar ahí. No tenemos barca. No podemos nadar. Nada. Uno en esas alturas del juego empieza ya a pensar fuera de la caja: ¿cómo podría crear una especie de catapulta que me lance ahí? Total, unas escenas antes me había unido a un circo en el que me habían mandado a volar a través de un cañón.
Pensando, que te pensarás. Explorando que te explorarás. De repente ves un cable en un poste de luz que llega de donde estás al islote.
Y es entonces cuando empiezas a mirar tu inventario y te das cuenta que no sabes muy bien cómo ni porqué, en su momento habías cogido un pollo de goma con una polea en medio. No es más descabellado que crear una catapulta. Así que te animas, lo pruebas, y segundos después fiiiiuuuuuuuu: estás haciendo tirolina sobre el cable telefónico con el pollo de goma para llegar a donde quieres llegar.
Pues hoy haremos esto: usar el pollo de goma con polea en medio. Bueno, en verdad usaremos gomas de pollo para nuestro ejercicio.
Sergi Torres y «La tan imaginada felicidad».
Empecemos a emplazar el porqué del ejercicio de hoy. Sí, sé que normalmente lo hago al revés: te explico el ejercicio y luego te revelo el porqué. Pero mira, tú, hoy estoy rebelde y tiro la casa por la ventana xD. Para explicarte el por qué voy a recurrir a un extracto del encuentro del 8 de Marzo de este año en el que Sergi Torres, un autor y llamémosle conferenciante, hablaba sobre “La tan imaginada felicidad”. Me meto en el papel:
El objetivo de hoy es muy sencillo: aportar claridad sobre cómo nos tratamos en nuestro día a día. Ni más ni menos.
Ejercicio: Usar goma de pollo en muñeca
El ejercicio ahora es muy sencillo. Ve a una tienda y compra un pack de gomas de pollo de esas marrones que vienen a montones y que no sé por qué se llaman así. Llévalas encima durante los días que quieras jugar y experimentar.
La idea ahora es la siguiente:
- Durante el día, cada vez que te digas algo bonito te pondrás una goma de pollo en una de tus muñecas. Y cada vez que te digas algo hiriente te pondrás una goma de pollo en la otra muñeca.
- Al final del día, al llegar a casa, te paras un momento. Te haces un homenaje (el que quieras: ponerte una buena música, una buena merienda, un té, un café, o lo que sea que se te ocurra).
- y te dedicas un momento a hacer brevemente:
- el recuento de las gomas de pollo que has usado,
- revisar qué ha pasado
- y te preguntas qué podrías haber hecho diferente. Sin juzgar. Sin lamentarte. Sin nada.
Simplemente recuento y anoto qué ha pasado y qué podría hacer diferente la próxima vez. Procura que lo que puedas hacer diferente hable de ti. Una muñeca para cuando te hables bien. Otra muñeca para cuando te hables mal.
Ideas extra y valoración 🙂
- Aprovecha el reto de 30 días de Autocuidado, el arte de tratarse bien y dejarse en paz
- Pide ayuda para darte cuenta.
- Dales gomas de pollo a tus amigos, a tus compis de curro, pareja, etc.
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