El despertar
Hoy he tenido una noche agitada. No es la primera vez. Me temo que tampoco será la última. Me fui a dormir con previsión: sin ver la tele, habiendo cenado bien, leyendo fuera de la habitación, poco a poco me fue entrando el sueño. Y cuando ya no pude más: a planchar la oreja. Eran las 23:30 aproximadamente.
Me dormí rápido. Éste no suele ser el problema. No. El problema vino un poco antes de las 2h de la madrugada. Me desperté sin más, como otras noches. Pero hoy «tocaba» quedarse despierto. Vueltas, vueltas y más vueltas. Me invadían un montón de pensamientos que me atraparon en el baile de la noche sin dejarme volver al mundo onírico.
Para definir bien la sensación me viene la siguiente imagen: un grupo de personas me arrastran hacia un lado gris (sin violencia ni fuerza), mientras yo miro desesperado hacia el otro lado lleno de color. No es que en ese momento me viniera esta imagen, no. Pero sí que es la mejor manera de describir las sensaciones.
Me sentí atrapado por mis pensamientos en forma de preocupaciones. Lo peor es que a nivel corporal no sentía nada. Bueno, sentí calor, mucho calor. Y le atribuía a él la imposibilidad de volver a coger el sueño. Vueltas y más vueltas. Posturas y más posturas. Pero nada, no me dejaba vencer por el sueño.
Antiguamente estas situaciones me cabreaban muchísimo. Me ponían muy nervioso porque sentía la presión de tener que dormir para poder ser alguien de provecho al día siguiente. Así que lo vivía a la desesperada. Venga, duérmete ya que si no mañana va a ser un día muy duro. Venga, que sino no rendirás. Joder, ¡que te duermas ya!
Obviamente esta presión no hacía más que agravar el asunto. Y lo peor era que el cabreo me duraba, al menos, todo el despertar. Y eso significaba una cosa por aquel entonces: un Javi borde para con mi pareja de esa época. Más problemas añadidos.
Esto va para largo
Ahora ya hace un tiempo que cuando me sucede esto ya no me siento cabreado. Quizás no he soltado esa sensación de frustración inicial, sobre todo cuando te invade la sensación de «esto va para largo». Pero con el paso de los minutos esta frustración se va convirtiendo en algo diferente. A veces es resignación, una manera más suave del rechazo que me provocaba el cabreo hace años. Y otras veces se transforma en aceptación.
Hoy el debate colchonero ha durado mucho. Si mal no recuerdo a las 4h de la mañana seguía en vela. Así que como ves, no tengo una respuesta muy adecuada a estos momentos. Vamos, que si has venido aquí en busca de solucionar tu insomnio vas un poco errado. Pero aun no teniendo respuesta a esto, hoy me he permitido experimentar algunas cosas y que me gustaría compartirte si es que estás leyendo esto.
Idea 1: qué es lo importante
Ya lo he ido bocetando en los párrafos anteriores, pero me gustaría reforzar la idea principal: Nada es importante. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que no añadas leña al fuego como hacía yo hace años.
El caso es que me he dado cuenta que muchos de nosotros por las mañanas ponemos el piloto automático para ir a trabajar y le damos mucha importancia a cosas que no lo son. Por ejemplo, tomamos café, desayunamos y demás hábitos pero no nos paramos a hacer una lectura de cómo está nuestro cuerpo. ¿Realmente tengo hambre para desayunar? ¿Mi cuerpo me está pidiendo café o me está pidiendo descanso? ¿O simplemente quiere sentir el viento frío en la cara mientras se habitúa a un nuevo día?
Más allá de esto, una de las acciones que distorsionan más este amanecer y contacto con el nuevo día es la hora de entrada al trabajo. O esa reunión que nos pusimos a primera hora para poder aprovechar mejor el día. Son «obligaciones» que nos imponemos y a las que, mentalmente, les damos un peso muy grande y por eso no nos permitimos ser flexibles con ellas. Al hacer esto, si nos coge una mala noche y no vemos que podemos cambiar eso (llegar más tarde al trabajo, posponer la reunión, etc.) añadimos una gran carga a ese momento nocturno delicado.
Idea 2: ocúpate del cuerpo
En la idea anterior ya se ve un poco esta segunda: ocúpate de tu cuerpo. Es decir, ves mirando cómo está, qué necesidades crees que tiene y trata de solventarlas. En mi caso, te decía, me ha cogido mucho calor por la noche.
Esto es algo que me sucede mucho durante estas épocas de cambio entre verano-invierno. Por eso me dejo preparado cerca una muda que me permita cambiar de pijama para rebajar este calor. Y así ayudo a mi cuerpo a, poco a poco, equilibrar este punto: una cosa menos de la que preocuparse. Eso sí, ten por seguro que la solución no es inmediata: el cuerpo necesita su tiempo para adaptarse.
Idea 3: en la cama duerme, no pienses
Cuando ya hemos rebajado la carga de urgencia con la idea 1 y también la incomodidad física con la idea 2 ya podemos ocuparnos de la tercera idea: qué me está manteniendo despierto. Aquí ya depende de cada uno y no puedo aportar una solución estándar, pero sí puedo aportar un pequeño tip: si ves que la cosa va para largo es mejor que salgas de la cama y te ocupes de lo que sea que te mantiene en vela.
En mi caso hay tres patrones que se repiten:
- El primero es cuando me empiezan a venir ideas súper chachi pilonguis juanes pelotillas que supuestamente «transformarán mi vida» y me llevarán a otro punto (muchas veces al supuesto éxito).
- El segundo patrón en mi caso es el «qué dirán» o la insatisfacción de algo que he hecho supuestamente mal. Vendría a ser algo como sentirse culpable. Sí, creo que esto explica este segundo patrón. No estoy logrando esto (o he hecho algo mal) y me avergüenzo (o me siento culpable) por ello y tengo miedo de que «me descubran».
- El tercer y último patrón es el clásico «ToDo list». Aix, me tengo que acordar de esto. Ah! Y de esto también. Oix, que no se me olvide esto otro. Y entonces entras en bucle haciendo la misma lista una y otra vez, y no te das cuenta porque andas medio en babilonia xD
¿Qué me ha sucedido hoy?
Hoy he estado bailando entre el patrón 2 y el 3. No te creas que todo esto lo tengo muy identificado… De hecho esta es la razón de este escrito: ordenar mis ideas y profundizar un poco en la raíz que hoy logre encontrar.
El caso es que cuando me he dado cuenta que esto iba para largo y de que estaba dando vueltas a las mismas cosas una y otra vez he podido frenar un poquito y ofrecerme una alternativa. Es entonces cuando he aplicado la idea 3 y me he levantado de la cama. Eran más o menos las 3h30 aproximadamente. Me he ido a una habitación donde tengo montado un pequeño despachito y he empezado a escribir.
Lo primero ha sido vaciar esa ToDo list mental en una hoja. Sorprendentemente lo que parecía una súper mega ultra lista solo era 1 tarea: entregar un fichero a una persona. Como estaba ahí metida entre toda la maraña que me abordaba no me había percatado de lo absurdo: 1 maldita tarea! Pero claro, la carga emocional-mental de haberme olvidado la habían convertido en algo de vida o muerte. Jajajaja, brutal.
Vaciado esto, me he puesto a escribir lo que me atormentaba fruto de mi patrón 2. No ha sido mucho tampoco, un poco de frustración recogidas en unas cuantas líneas. Cuando he sentido que ya estaba la vomitona suelta y que mi cuerpo había equilibrado su temperatura he vuelto a la cama.
Una vez más en la cama no ha sido inmediato, no te creas que esto es magia. Pero sí que tenía claro mi disco rayado de esta noche. Así que me he permitido hacer un breve ejercicio que creo que ha sido el remate perfecto para caer de nuevo en el plácido sueño.
He empezado a contar cada vez que hacía una respiración. Inspiro, expiro, uno. Inspiro, expiro, dos. Etc. Cuando me olvidaba por qué número iba volvía a empezar con el uno. Ojo, tampoco me fustigaba ni me hacía mucho caso de la cuenta en sí. Lo importante para mí era ofrecer a mi mente un cambio de disco. Que sonara otra música.
No sé cuánto tiempo he estado así. Tengo la sensación que ha sido muy poco. Y que de repente sonaba el despertador de mi pareja y le decía: yo me quedo aquí más rato que he pasado una noche movida. Y lo bonito es que ella me acompaña en estos momentos. Trata de hacer menos ruido en su rutina mañanera, trata de entrar menos veces en la habitación y es súper respetuosa. Estoy ultra agradecido.
Y ahora aquí estoy, bostezando un poco, con los ojos que pesan, pero satisfecho. Agobiado, los patrones aprietan mucho si no los atendemos, pero tomándome mi tiempo para averiguar el quid de mi noche en vela.
La raíz de mi insomnio hoy
Trato de hacer con estas líneas un ejercicio de autoconocimiento. Como dice mi profe de Acompañamiento filosófico, hay que aprovechar los hilos para estirar de ellos y profundizar siempre. Pues a por ello Javi.
Me siento con hambre y veo que mi mente ya me está insistiendo en que me levante de la silla y del ordenador. Creo que es una estrategia para que no me ocupe de esto. Sí, esto me sucede muchas veces. Es mi ego tratando de distraerme para que no me ocupe de conocer sus entrañas que pueden deshacerle. Sigue el hambre pero estoy determinado, hoy, a domar un poco mi ego.
Mi preocupación principal de esta noche ha sido que me siento mal profesor. Siento que estoy estropeando a los niños a los que doy clases en EpicKids Lab. Creo que estoy propiciando sus personajes y que lo hago porque me da miedo que descubran que no sé qué les estoy enseñando. Y que vean que no son una prioridad para mí.
Mientras escribo esto conecto con la tristeza. Me siento miserable. ¿Cómo puedo no poner en prioridad a los niños? ¿Qué tipo de persona soy? Me viene a mi cabeza mi sobrino Aimar. Casi no le veo ni estoy con él. Casi no le conozco. Y me pone triste. Pero a la vez me veo arrollado por el día a día y esa es mi excusa perfecta para no acercarme a él. De nuevo, siento que eso le protege de mí y de que le estropee. Curioso que no sale el nombre de mi otra sobrina, Ainara, en este proceso.
Siento un cierto nerviosismo en mi cuerpo, cerca del corazón. Siento mi cuerpo tenso. Y me viene la pregunta: ¿Por qué me hago responsable de estropear o no a los chavales? Solo me viene una respuesta: no confío en ellos ni en la vida. Una vez más, me veo atropellado por mi mirada de escasez. No veo la vida como abundante, por eso no confío en ella.
Mi mente ya está juzgándome y trata de buscar soluciones. Tengo que ver la vida como abundante. Es urgente. Es importante. Vamos a diseñar un reto para transformar mi mirada de escasa a abundante. Será un conjunto de ejercicios de tantos días, uno para cada día. Sí, esta es mi mente y la reconozco. Es un discurso muy típico: la solucionadora.
Al escribir la solucionadora me viene la idea que me compartió Nacho en la clase: nuestra función como ser humano es la de contemplar. O dicho con lenguaje moderno: hacernos (o ser) conscientes. No solucionar nada. Porque no hay nada que solucionar. Lo que viene conviene y sirve para hacernos conscientes.
Escribo esto y me produce paz. Bueno, paz no.. He exagerado (otra característica típica de mi mente). Siento más calma. Sí, más tranquilidad. Ese nudo en el corazón ya no está. Me sorprendo ver que mi cuerpo está completamente fusionado con la silla. Bien sentado. Y me siento más o menos cómodo. Esto no es algo que suceda habitualmente. Es más… No recuerdo la última vez que estuve bien sentado en una silla a no ser que me obligara para meditar.
Bueno, pienso que es hora de pasar a otra cosa. A otra actividad. Y atender a mi cuerpo un momento. Sí, he vaciado lo que me pesaba tanto. Ya sale mi mente al paso diciendo que esto lo tengo que hacer más. Y ella misma se contradice: si lo hago más no voy a ser productivo. Y otra vez ella vuelve a decir: para qué quiero ser productivo si no hay nada más importante que atenderme a mí mismo.
En fin, es un bucle sin fin, pero me doy cuenta.
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