De todas las prendas que puedes llegar a vestir hoy, tu alegría y sonrisa es la más importante.
Retiro de Acompañamiento Filosófico
Este fin de semana pasado he estado de retiro de los estudios de acompañamiento filosófico y la intención del capítulo de hoy es explicarte un poco mis vivencias y aprendizajes.
¿Qué es la alegría?
Hay un tema que siempre me ha resultado muy curioso en esta vida que es el hecho de ponernos de acuerdo sobre un concepto complejo. Al principio me pasaba con algo más chorra, en plan: ostras el rojo que yo veo en los semáforos.. ¿es el mismo rojo que ven mis padres, mis amigos o cualquier otra persona? Siempre llegaba a la conclusión que no. Que cada uno vé los colores a su manera aunque dentro de una gamma.
Pues me pregunto cómo narices hablamos todos de conceptos tan complejos de describir como la paz, la alegría, la apatía, la tristeza, etc. Y nos entendemos. Porque, claro, una cosa es lo del semáforo que bueno pues coges y dices: esto es el rojo y lo señalas. Y luego que cada uno asocie lo que ve al concepto rojo. Pero no puedes hacer esto con los sentimientos. Yo no le puedo señalar a alguien “mira, esto que sientes es tristeza” porque yo no estoy sintiendo lo que está sintiendo la otra persona y, por lo tanto, no puedo señalarle eso.
Si hacemos la típica de buscar la definición de alegría por el internet, nos aparece como un sentimiento de placer producido normalmente por un suceso favorable que suele manifestarse con un buen estado de ánimo, la satisfacción y la tendencia a la risa o la sonrisa. No sé cómo lo ves tú, pero a mí me parece una definición un tanto vaga o genérica. La paz también me produce un sentimiento de placer y suele estar producido por un suceso favorable que lo manifiesto con un ánimo bueno y puedo sonreir.
No obstante, nos entendemos ahí. ¡Y los sabemos distinguir! Me resulta muy muy curioso. Lo único que se me ocurre por el momento es que, de alguna manera, todo esto ya viene de dentro (no es el rojo que nos hemos inventado, o los números). Es algo que somos. Y si es algo que somos, pues de manera natural deberíamos ser capaces de conectar y manifestar alegría siempre que queramos.
Pero esto no sucede así. No estamos siempre alegres. Entonces, ¿qué está pasando? Jajaja no, k’apasao. Porque si yo soy algo de manera natural pero no está presente, es que algo estoy haciendo para impedir su manifestación… ¿Qué me cuesta a mí de la alegría? ¿Qué hago para impedírmela? Y con estas dos preguntas arrancó el retiro de acompañamiento filosófico.
¿Qué me impide vivir la alegría?
- Mi enganche a los resultados concretos
- La soledad → reto
- Intentar alcanzar algo que no soy
- Obsesión por el control
- Miedo a contactar con nuestros niños
- Pensar que tengo que pagar un precio por la alegría
- La exigencia de gustar (miedo al juicio)
Nuestro discurso interior
De ahí hicimos un par de dinámicas muy chulas que parecían como furor pero en plan machacón. Explicar un poco.
Y ahí vemos un maltratador, una maltratadora que está siempre al acecho para quitarnos el bocadillo de la merienda. Para quitarnos la alegría a la mínima de cambio. Y lo tenemos tan pegado que ni lo vemos muchas veces. Simplemente de repente pasamos de un suceso que nos pone alegres a ¡patapam! tristeza, culpa, apatía, desdicha, etc.
Hay que aprender a tratarse bien. Quizás te interesa este reto de 30 días que te acompaña a ello.
La culpa y la tristeza, los grandes impedimentos
Y hablando de culpa y tristeza, en el retiro salieron como grandes temas a través de los cuales boicoteamos nuestra alegría. Y los empezamos a trabajar.
Ante la culpa, no podemos razonar
- No podemos razonar
- Poner límites a la culpa
- No saco la fuerza no sea que se cumpla mi deseo
- El miedo detrás de la culpa
Compartir la alegría
- Compartimos en mayor o menor medida el mismo concepto
- Jugar
- Cuidarse
- Hay olores
- Hay agua
¿Te ha gustado este capítulo?
Para mí es muy interesante saber cómo te están ayudando todas estas reflexiones, entrevistas y propuestas de ejercicicos. Puedes darme tu opinión aquí o dejar tu valoración:
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