Creo en un futuro donde el propósito de la educación no sea prepararnos para trabajos inútiles sino prepararnos para una vida bien vivida.
Rutger Bregman
He tenido la oportunidad de viajar bastante en mi vida. Quizás no tanto como lo que ahora se está proclamando como el estilo de vida de los Millenials o de las generaciones que vienen, pero estoy muy contento del mundo vivido hasta el momento. Muchos de estos viajes, por circunstancias varias, me han llevado al continente americano. Hoy la historia que os cuento tiene su origen en Boston. ¡Empezamos!
Boston, mi meca universitaria
No tengo bien calibrado el momento en el que me enamoré de las Universidades de Estados Unidos. Supongo que todo tiene que ver con lo que vivía a través de las películas y la influencia que llegaba a casa a través, sobre todo, de mi madre. Sea como fuere, he de reconocer que tenía ese sentimiento en mi interior con respecto a las Universidades.
Y si uno piensa en Universidades y Estados Unidos pronto le vendrá la ciudad de Boston. Gracias a diferentes oportunidades de la vida he podido patear Boston en varias ocasiones e, incluso, he podido fantasear en mi imaginación con las sensaciones de ser un estudiante allí. Por si ahora te sientes algo descolocado, en Boston puedes encontrar universidades como el MIT (la meca de los ingenieros), Harvard (creadora del método del caso) o la Tufts (una gran universidad para médicos).
Cuando visité Boston la última vez quise vivirla a tope. Quería colarme en alguna clase de la universidad. La lástima fue que era verano y todas las facultades estaban cerradas, parecía España. Así que me tuve que conformar con hacer la siesta en cada una de sus zonas ajardinadas. Seguramente las siestas más chic que me he tomado jamás xDD
La estatua de las tres mentiras
Pero vamos a centrarnos en la historia de hoy. Para ello nos situamos en la Universidad de Harvard. Allí mientras paseas por la infinidad de espacio (ya sabéis que a los americanos les va el hacerse notar y que todo sea a lo grande) hay un momento que te encuentras con una estatua de un hombre sentado. En la inscripción gravada a piedra se puede leer «John Harvard – Founder, 1638».
Tres datos, tres elementos (estatua, pedestal e inscripción), tres mentiras. Pues resulta que la Universidad se fundó en 1636, John Harvard no fué su fundador y, para colmo, el hombre de la estatua no es John Harvard.
Las tres mentiras de la educación
Esta anécdota me va de perlas para construir la historia que quiero construir a continuación. Sobre todo por el hecho de que la estatua esté situada en una de las universidades de mayor prestigio a nivel mundial. Para mí es como un simbolismo de la tendencia educativa actual: la absurdez del sinsentido.
Poneros en situación. Es como que alcanzas la meca de la rama educativa y de repente te das cuenta que todo se sustenta en base a una mentira. Te expongo mis aprendizajes por si te sirven.
Mentira número uno: vales por lo que haces
Esta es una gran trampa del sistema educativo y en la que yo he estado enganchado mucho tiempo. De hecho confieso que a día de hoy hay momentos en que aún aparece este punto en la manera en como vivo mi vida.
De alguna manera la educación se ha convertido en un sistema en el que todos los entes involucrados (familia, escuela, profesores, compañeros y sociedad) te conducen hacia una manera de vivir la vida. Es decir, no se viven como instrumentos por los cuales los niños aprenden a desarrollar y confiar en sus propios talentos. Simplemente, estos entes de antemano ya han decidido de alguna manera qué es lo que tienen que aprender los niños y se les enseña eso. Por ponerte un ejemplo tonto, en mi época ya no estudié la lista de los reyes godos porque ya decidieron por mí que eso no me iba a servir de alguna manera.
Lo que está pasando, si te fijas, es que la educación no está centrada en que los niños sean, sino en que los niños aprendan cosas. Entonces, bajo este contexto, para que se dé este «aprendizaje de cosas» los niños harán cosas y tarde o temprano se les evaluará para ver si ha interiorizado este aprendizaje o no. Con el tiempo los niños empezarán a ver que según qué cosas hagan y en qué cantidad las haga se les evaluará de una manera más positiva o menos positiva.
Así es como se forma una asociación muy peligrosa: valgo por lo que he hecho, hago o voy a hacer. Y así es como ligamos nuestra autoestima («la manera en la que me valoro a mí mism@») con el hacer. Y de repente hablas con los amigos, parejas, familiares o contigo mism@ y te van diciendo «yo tengo una autoestima muy baja» o «tengo problemas de autoestima».
Y esto tenemos que saber que es falso. Que es mentira. Tú no tienes un problema de autoestima o una autoestima baja. Lo que pasa es que has asociado tu valor con el hacer y seguramente lo que haces no te está llenando. Lo que te falta, en verdad, es que veas que tú vales por lo que eres aunque no hayas hecho nada. Tu ser es puro valor en sí mismo. Míralo en la naturaleza: ¿ves algún árbol que se sienta que vale menos por dar unos frutos más pequeños que otros? ¿O incluso si no da frutos? ¡No! Porque el árbol sabe que su valor está en sí mismo. En ser árbol.
Mentira número dos: tienes que ser alguien (importante)
Esta es otra falacia de la educación y está ligada con la mentira anterior. De alguna manera con el paso del tiempo la manera en que te relacionas con tu entorno empieza a condicionarse. Por ejemplo: de alguna manera sabes que faltarle el respeto a tu «superior» está mal. Luego puedes o no hacerlo, pero sabes que está mal y no está bien. Pero, ¿qué es mal o bien? ¿Mal o bien según qué y quién?
Sucede aquí que, de alguna manera, a medida que nos «educan» nos enseñan uno (o con suerte unos pocos) modelos de éxito. Y como nos evalúan en relación a este modelo, de alguna manera acabamos comprándolo y adaptándolo como nuestro. Y así es como nos empezamos a relacionar con el mundo.
Por ejemplo, ¿ganar mucho dinero es bueno o malo? Pues depende del modelo que hayas comprado. En mi caso yo tengo muy arraigado que ganar mucho dinero no está bien porque no es humilde y el éxito para mí es ser humilde. Adivinad quien no tiene un duro a día de hoy xD
En resumen, con esta segunda mentira yo compro un modelo de éxito y uno de fracaso normalmente sin darme cuenta. De esta manera, si quiero ser alguien exitoso tengo que ser aquella persona que cumpla el modelo de éxito y rechace el modelo de fracaso.
Mentira número tres: tienes que ganarte la vida
Y finalmente, la mentira número tres pica a la puerta: tienes que ganarte la vida. ¡Patapam! ¡Casi nada! ¿Veis la absurdez de esta mentira? La vida ya está siendo. Aquí no tengo que ganarme nada.
La vida, y un día profundizaremos en esto si quieres, no responde a ninguna razón ni a ninguna motivación. La vida es una suma de momentos presentes y lo único que se trata es de vivirla con actitud.
Mastermind
El programa que más te ayudará a liberarte de estos mensajes ahora mismo es el Mastermind de encuentra tu vocación.
¿Te ha gustado este capítulo?
Para mí es muy interesante saber cómo te están ayudando todas estas reflexiones, entrevistas y propuestas de ejercicicos. Puedes darme tu opinión aquí o dejar tu valoración:
Deja una respuesta