En un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un súper poder
Carl Honoré
Vivir rápido o vivir despacio, ¿un dilema?
Hoy vengo con un material que me ha dado una buena bofetada. Básicamente me ha puesto delante la manera en que estoy «viviendo» mi vida y me ha evidenciado lo que me espera. Hoy voy a hablar de vivir rápido y vivir despacio.
Aunque el título del post lo haya parafraseado con el título del libro «Pensar rápido pensar despacio» de Daniel KAHNEMAN, la inspiración de estas líneas hay que agradecérsela a Carl Honoré en su charla del ciclo «Aprendemos juntos» del BBVA. Te dejo el vídeo a continuación:
Aprovecho para dedicar este pedazo de capítulo a todas aquellas personas que luchan cada día entre dos mundos: el del ritmo frenético impuesto por esta sociedad y el suyo propio. Desde aquí yo os animo a que no os dejéis vencer y haceros amigos con vuestro propio ritmo. Bailad con él. Enseñadnos a los que estamos inmersos en las tinieblas. ¡Alzaos!
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Vivir rápido
Suena el despertador por la mañana. Me siento agotado y me digo: «5 minutos más» mientras le doy a posponer alarma en mi móvil. No he entrado en trance que vuelve a sonar. Ya es la hora. Ya llego tarde. Prepara el desayuno a toda prisa y toma el café de pie. Un besito a la pareja (si te acuerdas) no sea que nos alarguemos y lleguemos tarde al trabajo.
Y es que aunque no seamos conscientes, vivimos cada día como una carrera a contrarreloj. Tenemos adicción a correr. A las prisas. Tanto es así que Carl afirma situaciones que rozan lo absurdo como un gimnasio que ofrece «Speed Yoga» o una misa fúnebre en la que te despides del difunto sin bajar del coche. Aunque por suerte si lo buscas en Google, aún no encontrarás nada oficial de este tipo de paradojas.
¿Por qué vivimos acelerados?
Pienso que el por qué se explica básicamente haciendo confluir varios aspectos, vamos a verlo. Hay un punto que tiene que ver con la no aceptación de la muerte como un proceso más de la propia vida. Si no permitimos que la muerte forme parte de la vida, hace que no vivamos la vida como una experiencia infinita, sino que es finita. Dura lo que dura hasta que llega la muerte. Ahí acaba la vida según este pensamiento. Pero, en verdad, no tenemos ni idea de que sucede cuando abandonamos nuestro cuerpo.
A este punto hay que añadirle la invención del reloj: un aparato que mide el tiempo. Por lo tanto, si tenemos un pensamiento que nos dice que la vida es finita y tenemos un invento que nos mide el tiempo ya están todos los ingredientes para generar la famosa «sensación de urgencia» que se usan en todos los procesos de Marketing modernos. Bajo este contexto el comportamiento más normal del ser humano es «tengo que aprovechar el tiempo que me queda».
Y ya, para rizar el rizo, nos volvemos presos de la tecnología. Un sector que va a un ritmo frenético y que nos ha acostumbrado cada vez a vivir más acelerados. Y no solo eso, sino que nos da respuesta casi inmediata en cada interacción con ella. Así nace nuestra impaciencia.
¿Tiene beneficios vivir rápido?
Sí, ¡claro! Tiene un beneficio muy tangible y otro un poco más escondido. El beneficio palpable es el de reaccionar frente a las amenazas. Ahí o conectas con el vivir rápido o ¡patapam!
La pregunta interesante a hacerse aquí es la siguiente: ¿qué es una amenaza? Y esto dispara el «beneficio escondido» que comentaba antes. De alguna manera, creo que por el sistema educativo que tenemos, hemos distorsionado este concepto.
Antiguamente una amenaza era algo de vida o muerte. Y eso actualmente ya no es así. Hemos estandarizado tanto la sociedad que hemos construido nuevos conceptos de amenazas: nos pensamos que una amenaza es «llegar tarde al trabajo», «no entregar el report al jefe en el dead line», «hacer el ridículo frente a los compañeros», y un largo etc.
Por el miedo a confrontarnos a estas situaciones que nos sacan de nuestro «modo zombie» (y que por lo tanto nos harían vivir unas experiencias nuevas y totalmente fuera de control), vivimos rápido para cumplir con estas normas. Hoy me decían en una conversación: «yo no puedo ir lenta, no me aceptarían en el trabajo».
Lo que saco de vivir así es evitar parar y hacerme las grandes preguntas: ¿cómo quiero vivir mi vida? ¿qué he venido a hacer en este mundo? ¿qué mundo quiero ayudar a construir? ¿cómo pongo mi talento al servicio del mundo? Esto, reconozco, da miedo. Es más fácil correr y llenar la agenda de distracciones que enfrentarse a esas preguntas que requieren tiempo y profundidad.
¿Cómo puedo darme cuenta si estoy viviendo rápido?
Ahí es donde me pegó la bofetada el vídeo. Os pongo la lista que yo estoy cumpliendo a rajatabla:
- Sientes cansancio la gran mayoría de los días
- Te relacionas con las personas y la vida desde la superficialidad
- Ves que tienes cada vez más problemas de memoria (recuerdas poco las series que has visto, lo que has leído, lo que has comido, etc.)
- Te sientes desanimad@ o insatisfech@ con la vida que llevas
Este último punto lo he añadido yo porque creo que es interesante para exponer que ahí no te estás haciendo las preguntas importantes.
Vivir despacio
Este concepto Slow que está cada vez más extendido no significa que todo lo tengas que hacer a modo perezoso (el animal). No. Vivir despacio tiene que ver con aceptar que toda experiencia, todo proceso y toda persona tienen su velocidad justa. Aceptar que la vida no es un tema de cantidad, sino de calidad. Una calidad que está estrechamente ligada con la entrega y actitud que hablábamos el otro día.
El vivir despacio es un tema de profundidad. Por ejemplo, hagamos la metáfora de cuando éramos niños y cogíamos una piedra para tirarla al lago. Vivir rápido sería como el momento en que esa piedra rebota: es súper divertido y avanza un montón, pero se queda en la superficie. Mientras que vivir lento es el momento en que la piedra ya no puede más de tanta superficialidad, pierde la fuerza (aparentemente) y necesita sumergirse en la profundidad del lago para conectar con su energía.
¿Qué beneficios tiene vivir despacio?
Este es un punto muy interesante de explorar, porque resulta que desde ese sistema educativo y la propia sociedad han hecho tabú contra la lentitud. Yo soy prueba viviente de ello porque me pongo muy nervioso frente a ir despacio. De alguna manera hemos comprado el modelo en que ir lento es de inútiles, torpes, estúpidos, vagos, etc… Este tabú es el enemigo principal que no nos permite vivir despacio.
Pero vivir desde este otro lugar tiene muchos beneficios que están, sobre todo conectados con lo espiritual del ser humano. Vivir y pensar despacio permite comprender, profundizar en uno mismo y en las relaciones, conectar con la creatividad y llegar a un punto de reflexión que nos enriquece como seres humanos. De hecho, esta ralentización dice Carl que (al contrario de lo que podríamos pensar) aumenta nuestra capacidad de gestionar el mundo veloz mejor que los que no se paran nunca.
De vivir rápido a vivir despacio
Vistos los argumentos, seguramente te cogen ganas (como a mi) de empezar un cambio de una vida a la otra. Paso ahora a listar diferentes ejercicios y claves que podemos probar para este cambio:
- No se trata de vivir rápido o despacio, sino que la clave está en aprender a bailar en los dos ritmos. Y elegir en cada experiencia qué ritmo es el mejor para vivirlo profundamente.
- Medita. Yo lo estoy probando y me cuesta mucho ver el resultado, pero sí que es cierto que te obliga a parar. Y que las sensaciones antes y después de meditar son muy distintas.
- Cambia Netflix por un Slow Hobby. Carl propone hacer un puzzle y la verdad es que me parece una idea magnífica. Solo mejorada (por interés propio) por realizar una maqueta de algún barco. En ningún caso puedes acelerar el proceso.
- Desconecta para conectar. Existe dos funciones impresionantes en todo móvil: el modo avión y el botón de silencio. Si esto lo unes dejando el aparato en otra habitación diferente a donde estás, ganarás mucha vida.
- Abúrrete. Prueba no usar el móvil en tus trayectos. Mira a la gente del metro o del autobús. Imagina historias alrededor de ellos. Déjate conquistar por tu imaginación.
- Busca momentos de soledad genuina. Donde nada te moleste. Así podrás conectar contigo.
- Especial para familias:
- revisa la agenda en familia para valorar la importancia de los planes que os han surgido de la nada durante la semana.
- recupera la cena familiar sin TV
- Prueba de jugar a algún juego de mesa colaborativo con tu familia.
En definitiva, necesitamos equilibrar la balanza que ahora tiende a la velocidad infinita hacia una vida más pausada. Reconecta con tu tortuga interior.
Espero pruebes algo de esto y si lo haces, o tienes más sugerencias para vivir despacio, te invito a compartir tu experiencia a través de los comentarios! 🙂
Cierre
Bueno, y hasta aquí el programa de hoy. Espero sinceramente que te esté enriqueciendo todo esto que comparto por el podcast. Si es así y visualizas a alguien a quien le podría servir, ya sabes: le das a compartir y se lo mandas. Nunca se sabe la chispa que enciende un gran fuego. Y en cuanto a ti querido explorador, muchas gracias por suscribirte, por tus comentarios en iVoox, por suscribirte en Spotify y por tus valoraciones con 5 estrellas en iTunes.
Gracias de verdad por darme la oportunidad de acompañarte en este camino y por hacer todo esto sostenible. Porque sin ti, todo esto no tiene ningún sentido.
Exploradores, ¡Seguimos en la aventura de la vida!
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