“No encuentro mi vocación”, una vez más me levantaba de la cama con esa sensación de que nada me importaba. La apatía tomaba el mando de mis sensaciones una mañana más. ¿Hasta cuando seguiría esta sensación de que la vida era una mierda? ¿Por qué me pasaba esto a mí, un chaval que había sido tan buen estudiante toda la vida?
La búsqueda de mi vocación
Como ves (o mejor dicho lees), toda mi vida he “luchado” para saber cuál era mi vocación y me he sentido vacío y sin rumbo tantas veces en mi camino que no sabría decirte ahora un número exacto. ¡Y eso que siempre he sido muy bueno en matemáticas!
Si la memoria no me falla, la vez que más fuerte que he sentido todo esto fue poco antes de que mi novia me dejara. Tenía 29 años, había acabado la carrera de “telecos” hacía ya un tiempo, cursaba un máster en robótica y estaba en un trabajo que tenía mucho potencial y que me permitía jugar con robots de LEGO. Pero esa sensación de vacío y de no encontrar mi lugar seguía latente.
Ahora, a mis 37 años recién cumplidos, he salido de esa rueda que no me llevaba sino a la autodestrucción y me acercaba a una posible depresión. Ha sido un camino de mucha purga interna y que me está llevando a un lugar desconocido en el que cada paso que doy me siento más confiado, conectado y pleno que nunca.
Y en este caminar he aprendido algunas cosas que me gustaría compartirte porque ahora, por fin, vislumbro con perspectiva algunas ideas que me han estado alejando de la vocación. Revisar estas ideas me han permitido pasar del “no encuentro mi vocación” a un vivirme constantemente en ella. Las problemáticas que vivo hoy son parecidas a las que viví a los 29 años y, sin embargo, las sensaciones y vivencias internas han cambiado radicalmente.
Estoy en mi lugar.
La vocación es una profesión concreta
Esta es, seguramente, una de las ideas principales que más te alejan de la vocación. Al menos así fue para mí. El caso es que yo pensaba que la vocación era una profesión concreta que tenía que amar. Que de todas las opciones existentes en el universo había una para la cual yo había nacido.
¿Es tu caso? ¿Compartes esta misma idea? Piénsalo.
Si tu respuesta a las preguntas anteriores es afirmativa, no pasa nada. Como te decía: ¡yo también compré esta idea! Y es que en verdad es fácil comprarla. A medida que vas avanzando en edad parece que hay profesiones más cercanas a vivirse en vocación que otras. Ya sabes, la típica frase de “ser médico/profesor/enfermero es vocacional”.
Pamplinas, la vocación no adopta una forma concreta. Es más una actitud que te permite expresarte de manera auténtica y completa independientemente de la tarea que estés acometiendo. Lo explico más profundamente en el programa TOKLAND: descubre tu vocación pero, vamos, la idea principal es esta que te comparto.
Estudiar una carrera universitaria porque toca
Bueno, el clásico de los clásicos. Esto es como tener problemas de pareja y pensar que tener un hijo o una hija va a solucionar el meollo. ¡Nada más lejos de la realidad! ¿Cómo puedes pensar esto?
No te preocupes, porque todos hemos caído en esto o en cosas similares. Sobre todo cuando tenemos el «no encuentro mi vocación» pululando constantemente por la mente. Pensamos que tenemos que hacer y llenarnos de muchos títulos o actividades. Y lo hacemos porque de alguna manera queremos sentirnos alguien y ya que yo no me reconozco a mí mismx, pues que me avale un título.
Vamos, que nos sacamos estudios para sentirnos valorados. Pero, ya te aviso, si no paras esto entras en una espiral que no acaba nunca. Te lo dice uno que tiene ingeniería de telecomunicaciones, un máster en robótica, dos másters en administración de empresas (MBA) y no se cuantos cursos no oficiales a su espalda.
Para salir de este bucle, que sin dudarlo te aleja de tu vocación, necesitamos trabajar en dos aspectos:
- El primero es que reconozcas tu valor de facto.
- El segundo es que te empapes de que hay muchísimos caminos que no pasan por sacarse una carrera universitaria (y cada día más).
Existen trabajos mejores y peores
Otra idea que hace que te pierdas en el “no encuentro mi vocación” es asumir que los trabajos se catalogan de alguna manera. Y, más concretamente, pensar que hay unos trabajos mejores que otros. Esta idea, de la que a mí me ha costado mucho desengancharme, el problema que tiene es que se acreciente el miedo a equivocarte.
¿Recuerdas el juego del “quién es quién”? Ahí tenías que adivinar el personaje de tu contrincante y para eso tú ibas preguntando diferentes características y eliminando opciones hasta que al final solo quedaba una carta de pié. “¿Es Robert?” preguntabas con miedo a equivocarte y a perder la partida.
Pues algo similar sucede si tienes esta idea muy arraigada en tu interior. Esto tiene que ver mucho con “la idea que tienes de ti”. En mi caso estaba clarísimo: al yo creer que soy un estudiante brillante y clasificar los trabajos entre más o menos dignos de mi capacidad (en este caso la intelectual), para mantener mi status brillante en el futuro descartaba directamente un gran conjunto de posibilidades.
Y si, como yo, eres alguien con grandes dosis de inseguridad (algo muy común por la manera en que funciona la educación hoy día) te pasas la vida preguntándote: “¿y si he tumbado la carta que no era?”. ¿Y si hay otro camino mejor para mí?
Necesitamos trabajar el abrazo a la incertidumbre y rebajar el peso de querer formar parte de un grupo. Para mí, la improvisación teatral es lo que mejor funciona para esto.
Crees que trabajar sirve para ganarte la vida
Yo creo que esta idea ya está perdiendo fuerza, pero quizás son sólo mis percepciones y que tengo un entorno diferente a la media. Pero bueno, a veces sucede que le transferimos al trabajo la carga de “ganarnos la vida”.
Si vivimos con esta creencia sí o sí bloqueamos la vocación. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque vamos al trabajo tensionados y cualquier cosa que pueda hacer peligrar el trabajo (o la tarea) lo vivo como una amenaza y un atentado a mi supervivencia.
Desde aquí nunca me centraré en estar pendiente de mis sensaciones, mis experiencias, de abrir mi corazón e incluso predisponerme de manera proactiva. Porque todo esto está en otro nivel más allá de la supervivencia.
¿Cómo deshacer esta idea? Bueno, es ir dándose cuenta que la vida no hay que ganársela. Que la vida ya está sucediendo. Y ver que mi responsabilidad está en vivirla cada vez más plenamente independientemente de los sucesos que aparezcan.
Crees que el trabajo te aportará plenitud
Paralelamente a todo lo anterior, los humanos hacemos una cosa muy curiosa: aquello que sentimos que “nos falta” o que “no tenemos”, lo proyectamos en diferentes áreas de nuestra vida. Fíjate cómo funciona: a través del no encuentro mi vocación, lo que hay es una falta claridad (fruto de la educación que recibimos) que nos lleva a un sentimiento de vacío. Y si sentimos vacío, aparentemente, nos falta plenitud y la cogemos y la proyectamos en un trabajo, en una pareja, en un viaje, etc.
Tal y como está conformada la sociedad es muy típico que en esta ocasión volquemos nuestra carencia en pro de un trabajo que supuestamente me llenará. Claro, fíjate, esto es cargar el puesto de trabajo con una bomba de relojería. Y ya te aviso: tarde o temprano explotará.
¿Por qué? Pues porque nada puede llenar un contenido vacío. La clave aquí está en entender que “vives lo que das” por lo que “dime lo que quieres vivir y te diré lo que tienes que dar”. Es decir que la única manera que tienes de vivir la plenitud es que tú la pongas primero. Y para ello, necesitas recoger la proyección que has hecho.
Quedarte parado
Hay una frase que pone de manifiesto esta idea y que dice: “Muchos pasos en falso se han dado por quedarse quieto”. Para mí nos viene a decir que nada diferente sucede si nos quedamos haciendo lo mismo una y otra vez. Hay que desbloquear nuestro potencial y autenticidad. Tienen ganas de salir a jugar hace tiempo y no les estamos permitiendo salir.
Vence resistencias (cada día una más) para que poco a poco te sientas más suelta/o y adoptes esa actitud que teníamos cuando éramos pequeñxs. Para mí esa es la gran clave: movilizar la energía del desmelene.
No parar nunca
Pero cuidado con irse al otro extremo: el de llenarse la agenda de mil millones de actividades. Porque esta suele ser una estrategia que usamos para evitar contactar con nuestra sensación de vacío. Yo la he puesto en práctica muchas veces y ya te avanzo: siempre llega el momento de conocerse a uno mismo.
La vida es un latir y tanto necesitamos accionarnos como recogernos. Irnos a alguno de los dos extremos es alargar la agonía (aunque no nos demos cuenta en el corto plazo). Si no nos paramos la problemática que suele presentarse es que nos pensamos que solo puedo vivir unas sensaciones a través de unas actividades concretas. Y cuando esa actividad, por lo que sea, deja de existir en nuestra vida empezamos a sufrir.
Sigo con el no encuentro mi vocación en la cabeza, ¿y ahora qué?
Bueno, con toda esta exposición he intentado recoger varios años de “no encuentro mi vocación”. Es verdad que ha sido muy resumido, pero yo creo que son ideas clave que te invito a que las inspecciones y las profundices a tu manera y a tu ritmo.
Si en algún momento sientes que necesitas ayuda para hacer esta investigación o profundizar en estas ideas, yo me ofrezco a ser tu compañero de viaje. Hay dos maneras de que colaboremos:
- la primera es hacerlo a través de un proceso individual y
- la segunda es mediante el programa TOKLAND: descubre tu vocación
Cualquier cosa que pueda hacer por ti, será más que un placer poderte ayudar.
Un abrazo y seguimos en la aventura de esta vida!
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