Tu tiempo no es tu mayor recurso
Javi Vidal
Hoy me gustaría dedicar este capítulo a todas aquellas personas que, como yo, alguna vez se han vuelto locas intentando gestionar su tiempo, se organizan a tope y de repente ¡pam! Un imprevisto o cualquier cosilla que se nos va de la mano y ya la tenemos liada parda… ¡A todos nosotros espero que este capítulo nos sea útil y a modo recordatorio cuando lo necesitemos!
Pero, ¿qué es el tiempo?
Desde que tengo uso de razón me ha fascinado el concepto del tiempo. Y confieso que en muchas ocasiones hasta me he obsesionado con el mismo. Para que te hagas una idea más allá de las típicas horas de trabajo, también me marcaba las horas de leer, las de quedar con los amigos, las de descansar, las de desplazarme por la ciudad… Un poco demasiado too much… Ojalá te pudiera compartir las hojas que usaba calculando todo para que me cuadrara, pero me deshice de ello hace un tiempo.
Pero, ¿te has planteado realmente alguna vez qué es el tiempo? ¿De dónde viene nuestra obsesión por querer medirlo y aprovecharlo? ¿Te has hecho la pregunta alguna vez de si el tiempo realmente existe? ¿O es una invención de nuestra especie? Porque, hasta donde yo sé, a un león o a una flor les da igual si dedican media hora a echarse la siesta o toda una tarde entera.
Yo no soy ningún experto en este tipo de reflexiones, así que no te voy a intentar convencer de nada. Para ello te dejo este enlace que explica súper bien y de manera muy interesante la historia del tiempo. Yo, “simplemente” me voy a limitar a lo que hago siempre: compartir mi propia experiencia y conclusiones por si puede ayudar a alguien. Por si te puede ayudar en tu camino hacia Ikigai.
El caso es que desde que emprendí este viaje más aventurero de la emprendeduría, la obsesión por aprovechar más mi tiempo ha ido in crescendo. Pero como decía al inicio, me he dado cuenta que por más que todo el mundo insista en que el tiempo es nuestro mayor recurso he experimentado que no es así. Y me siento responsable de compartir contigo mi aprendizaje.
¿Por qué me ha obsesionado el tiempo?
Empecemos a poner las cosas en contexto empezando por esta pregunta que es fácil de responder. En mi caso cuando era adolescente tenía un montón de actividades programadas. Para empezar iba al colegio (algo obvio pensarás ahora, aunque quien sabe si de aquí unos siglos los lectores que lleguen a este post se sorprenderán con tal afirmación). Esto ya me ocupaba todos los días de lunes a viernes de 8h30 a 17h30 aproximadamente (ya no lo recuerdo en verdad xD).
Los lunes y los miércoles iba a inglés extraescolar de 18h30 a 20h00. No es una actividad que me apasionara, la verdad, pero tampoco estaba mal. Dependía mucho del día y de la gente que me encontraba en la academia. Nunca hice un amigo verdadero ahí, la verdad sea dicha.
Los martes y jueves de 19h00 a 21h00 entrenaba a fútbol, junto con el partido de liga del fin de semana. Esto sí que era algo que me gustaba. Ponía a tope mi cuerpo, me daba un chute de energía brutal y estoy seguro que aprendí mucho más allá del propio deporte y de competir. Compañerismo, superación, confianza y otras muchas más soft skills 😉
Finalmente los sábados y domingos iba a entrenar a vela con mi pequeño óptimist de 11h00 a 17h00. Eso si no tenía regata, que podría alargar la jornada un par de horas más.
Y a todo esto súmale mi obsesión por ser un buen estudiante y quererlo demostrar con unas buenas notas. Para ello había que hacer todos los deberes, estudiar (bueno, memorizar ya tu sabeh’!) y cosas por el estilo.
No lo sé a ciencia cierta, pero supongo que el hecho de llevar todo esto en perfecto equilibrio y obtener resultados admirables (mis preciados 10s en los exámenes, algún que otro campeonato de fútbol y unas cuantas copas de haber subido al podio de ciertas regatas) hizo que se fraguara en mí esa obsesión.
La gran debacle
Joder, miro lo que escribo y parezco un abuelo cebolleta de los años 80. Pero bueno, es lo que hay, creo que poneros en contexto puede ayudaros a no cometer los mismos errores que yo. O si ya te sientes ahí, que puedas identificarte con mi historia y ver si alguna de mis propuestas te valen.
Alguien que no haya vivido una adolescencia así seguramente puede estar pensando que debió ser muy difícil para mí toda esa época. Nada más lejos de la realidad. Ni siquiera me enteraba, la verdad. Simplemente me dejaba llevar de actividad en actividad sin pensar y en cada momento daba lo mejor de mí mismo. Así todo fue perfectamente.
No obstante empezó de repente a torcerse el tema. Hubo como dos momentos clave. El primero fue cuando de repente me encontraba en vela navegando pero pensando que no estaba en el partido de fútbol. Algo que se agravó cuando me enteré que a mi entrenador de fútbol tampoco le hacía gracia que me perdiera los partidos por los entrenos o las regatas de vela.
El segundo momento clave fue cuando llegué a la universidad y me eché novia. Como ves en mi época escolar no tenía tiempo para tener ninguna relación amorosa (algo que me fue de lujo para no lidiar con el miedo que suponía lanzarse a explorar y confesar mis sentimientos a la chica que me gustó desde párvulos hasta bachillerato). Pero mentalmente sí que me producía mucho malestar tapar todo esto. Así que cuando empecé mi primera relación seria decidí abandonar todo lo demás.
De repente tenía más tiempo que nunca pero internamente sentía que no llegaba a nada. Poco a poco fui sintiendo un vacío y una desconexión de mi vida.
El gran aprendizaje
En esta época empecé a obsesionarme con mi planificación. Era algo enfermizo. Dedicaba un montón de tiempo a organizarme la agenda (ya lo has visto arriba). Esto fue alrededor de mis 20 años llegando al momento más obsesivo a mis 33 años cuando estuve haciendo el MBA, trabajando a jornada completa y tratando de mantener mis amistades a flote.
El resultado fue un desastre. Cuando estaba estudiando pensaba en qué estarían haciendo mis amigos. Y cuando me decidía darme un respiro de los estudios yendo a tomar algo con ellos, me sentía culpable por no estar estudiando. Bueno, y en el trabajo era un fucking zombie que hacía lo que podía (por suerte el trabajo de aquel entonces me permitía ir a medio gas).
Había probado todas las técnicas y herramientas: el GTD, el timeblocking, agenda escrita, agenda electrónica, la roca, etc. No entendía nada. Por más que planificara no lograba llegar a todo lo que quería. Y desde luego no estaba disfrutando del camino que había elegido recorrer en mi vida. ¿Qué mierdas me pasaba? ¿Estaba tarado? ¿Había perdido mi fuerza de voluntad? ¿Cómo podía ser con lo que yo había sido? Daba la sensación que desde que yo había tomado las riendas de mi vida todo iba de caída…
Hasta que de repente llegó a mi vida el gran aprendizaje. Fue en un retiro de fin de semana que giraba alrededor de ¿Cómo desactivar la carencia y la proyección?. Un retiro que cambió literalmente la manera en que yo me relacionaba con el mundo. Ahí Antonio Jorge me dijo: tu mayor valor descansa en tu presencia. Me lo apunté porque intuí que era algo importante a recordar aunque por aquel entonces no entendía muy bien qué significaba.
Tu mayor valor descansa en tu presencia
Antonio Jorge Larruy
Y ahora sé que es la clave que explica bien todo lo que viví desde mi adolescencia hasta día de hoy. Me he obsesionado con administrar mi tiempo pensando que el tiempo era mi mayor recurso. Y ahora me doy cuenta que mi mayor recurso es mi atención y mi presencia.
De nada sirve que yo me ponga un bloque «productivo» en mi agenda para escribir si cuando empiezo a escribir me desconecto y pienso en que tengo que organizar esa fiesta del fin de semana. O si me dedico un espacio a disfrutar con mi pareja pero me dedico buena parte a coger el móvil e interactuar con mi familia o mis amigos. Porque que le dediques tiempo no significa que estés presente. La presencia no va del tiempo, va del alma que le pones a aquello que estás haciendo. Y poner el 100% de tu alma en lo que haces es SER.
Ya lo decía Einstein cuando explicaba la teoría de la relatividad:
Cuando un hombre se sienta con una chica bonita durante una hora, parece que fuese un minuto. Pero déjalo que se siente en una estufa caliente durante un minuto y le parecerá más de una hora. Eso es relatividad.
Albert Einstein
Cómo cultivarlo
Llegados a este punto espero haberte ayudado a que pongas en perspectiva frases sobre el tiempo tanto nos acechan en esta vida que hemos diseñado como «máquinas productivas». Frases como “El tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar” o “¿Amas la vida? Pues si amas la vida no malgastes el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida.” De Benjamin Franklin. Frases catastróficas si te paras a investigarlas bien. Porque en verdad es Platón quien da con la clave cuando decía que el tiempo era una ilusión.
El tiempo es una ilusión
Platón
Y aquí te hago una pequeña propuesta de ejercicio que espero te ayude a cultivar esta presencia y/o atención. Lo suyo es que investigues el tema de mindfulness, pero como yo no he experimentado con ello no puedo recomendártelo por el momento. Lo que sí puedo exponerte son un par de cosas que a mí me han funcionado:
- Usa el modo avión del móvil: ya no digo que lo hagas para dormir (cosa que doy por sentado), sino cuando estés centrado en otras actividades
- Cultiva tu capacidad de observación: ve a un parque con un cuaderno y unos lápices y dibuja o escribe lo que ves. O grábalo en una grabadora.
- Deja el móvil en casa: cuando vayas a pasear con la pareja o a cenar con los amigos, haz ver que te olvidas el móvil en casa y disfruta a tope de ese momento
- Imita o juega con algún niño pequeño: a ver… no me raptes a nadie, haz de canguro o simplemente acompaña a algún familiar al parque e implícate en el juego al 200%. no me cansaré de decirlo, pero deja que sean los niños los que te eduquen y no al revés.
Qué tiene que ver esto con Ikigai
Ya hemos dicho muchas veces que una de las traducciones más aceptadas del término Ikigai sería «aquello por lo que vale la pena vivir». Darse cuenta que el tiempo no es tu mayor recurso y dar paso a la presencia como valor número 1 va a catapultar la manera que tienes de percibir la vida.
Porque dejarás de «medir» tu día en concepto del tiempo. En si has dedicado más minutos a esa tarea o a esa otra. O si has sido efectivo porque has tachado muchas cosas de tu ToDo list. Sino que empezarás a hacerte preguntas diferentes. Preguntas del estilo: oye, yo cuando estaba hablando con esa compañera de trabajo que me estaba explicando sus preocupaciones ¿realmente estaba allí o estaba pensando en mis propias cosas?
Al ir a jugar con mis sobrinos, ¿me he entregado a tope o podría haber sacado más de mí? Cuando he ido a pasear a mi perro, ¿he disfrutado del paseo o he estado mirando las noticias o el whatsapp? Al amanecer, ¿he disfrutado del primer instante abrazando a mi pareja o rápidamente he encendido el móvil para irme a otra realidad?
Estas preguntas y muchas otras que puedes hacerte nos ayudarán a entender si más allá del tiempo dedicado y poner el cuerpo en las actividades, también estoy poniendo mi alma o si por el contrario esta se ha ido a dar una vuelta por la galaxia sideral.
¿Te ha gustado este capítulo?
Para mí es muy interesante saber cómo te están ayudando todas estas reflexiones, entrevistas y propuestas de ejercicicos. Puedes darme tu opinión aquí o dejar tu valoración:
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